martes, 26 de diciembre de 2023

Está muy lejos Japón - Mt Kabuto, Izushicho, Kinosaki Onsen y la cena de nochebuena

Hoy ha sido un día completito. Nos levantamos en el ryokan con algo de frío y bajamos a desayunar. Los desayunos en los ryokan son una locura de mini y micro platos, todos puestos en la mesa cuando llegas. Quitando el arrroz y la sopa de miso, el resto suelen ser platos fríos, pero no es solo que sepan bien, si no que es solo verlos y sentir ganas de comer.


Tras desayunar, salimos en dirección al monte Kabuto, el punto con la mejor vista de la bahía de Kumihama. Subimos un pequeño tramo en coche y aparcamos cerca de una tienda de senderismo justo al comienzo del sendero. Estaba un tanto resbaladizo por la nieve que había caído estos días, pero nada muy loco. Tras una subida de media hora, las niñas se lo pasaron bomba haciendo un muñeco de nieve, mientras los mayores fotografiábamos desde las alturas la bahía. Es la primera vez que veo una bahía así, con una barrera de arrena que deja un espacio muy muy pequeño para que entren barcos. El mar, claro está, está como un plato.


Bajamos, echamos un ojo por la tienda. La dependienta de la tienda alucinaba de ver extranjeros allí. Kumihama no es una zona de turismo internacional y la tienda está bastante escondida. Tras hacer una compra, bajamos a comer un helado a una lecheria local. Bea estuvo un rato acariciando vacas mientras disfrutaba de su helado. Muy ricos todos, el mío de queso estaba espectacular. Acabamos y fuimos a comer a Izushicho. Allí nos invitaron los padres de nuestra amiga a un sitio de soba. La tradición de la zona es servir los fideos de soba en platos pequeños, y pedimos 100 para los nueve que eramos. Como buen tragaldabas que soy, comí 17, lo que me hizo traerme un plato de recuerdo como premio. Lo sorprendente de todo esto es que la otra persona del grupo que comió 17 fue la hija mayor de nuestros amigos, que tiene... 10 años. Llenos y tras despedirnos de los padres de nuestra amiga, fuimos a dar una vuelta por la zona antigua del pueblo. No teníamos mucho tiempo así que simplemente fuimos dando una vuelta por tiendas y viendo los restos de un castillo antes de ir hacia Kinosaki Onsen.



Kinosaki Onsen es un pueblo super famoso por dos cosas, los onsen y el cangrejo de las nieves. Otra vez sin mucho tiempo no entramos en ningún onsen, en parte porque mis niñas no aguantan el agua tan caliente. En fin, que compramos galletitas, un chocolate, paseamos por el pueblo (este si es bastante turísitico aunque la mayor parte del turismo sea local) y volvimos a Kumihama. 



Teníamos que volver pronto porque se hacía de noche a eso de las cinco y media y nos tenían que llevar en barco al ryokan de hoy. Este ryokan, si bien no está en una isla, solo es accesible por mar. Nos lo reservaron los padres de nuestra amiga porque sabian que queríamos cangrejo y la cena... Es que no me llegan las palabras. La mesa estaba llena de cangrejo de las nives para comerlo a la parrilla de carbón que había en la sala, un cangrejo cocido en frente de cada uno de nosotros, y toneladas de cangrejo en medio de la mesa para el shabu shabu y la parrilla. A mayores, ostras, carne de ternera espectacular, sashimi, setas, tofu y verduras. La calidad y cantidad se salían de la escala, y menos mal que paramos antes de empacharnos de todo, porque estuvimos casi tres horas comiendo. La mayor mariscada de mi vida, incluyendo bodas. Terminamos la cena con una botella que trajimos de crema de orujo y nos fuimos a dormir, cansados, llenos y felices.



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