martes, 19 de diciembre de 2023

Está muy lejos Japón - Osaka

Que cansados estábamos ayer. Al final no se porqué pero los viajes en avión te dejan reventado. Bueno, eso y tener que dormir muy poco para llegar a tiempo a coger el vuelo. En fin que hoy decidimos descansar. El viaje es largo y nos queddan muchas cosas que hacer. Cloe es muy fuerte para su edad pero tiene 10 años, así que hoy dejé a las niñas dormir hasta que les apeteció. Entre unas cosas y otras salimos casi a las 12 del hotel, el destino, el acuario de Osaka. 

La verdad es que nos coincidió una hora muy mala. Desde nuestro hotel, cercano a Universal Studios, la forma fácil de llegar al acuario era vía un barco que sale cerca del hotel, pero desdde las 11:45 no hay barco hasta la una. Así que pedimos un taxi porque en tren llevaba una hora y en taxi diez minutos. Así que llegamos al acuario, compramos la entradas y para dentro. La verdad es que esperaba más gente. No había cola para coger entradas y dentro no era ningún agobio. El acuario de Singapur suele estar bastante más lleno. Nos pasamos casi cuatro horas dentro. De los acuarios que he visitado en el mundo, casi diría que es el mejor. Lo más espectacular, sin duda, son los dos tiburones ballena, pero hay muchas otras cosas que disfrutar. El acuario recrea muchos hábitats, donde ver pinguinos, delfines, focas, leones marinos, y muchas especies de peces. Un sitio muy recomendable.






Acabamos muertos de hambre, ya que el desayuno había sido ligero. Comimos en un sitio cercano, en un mini centro comercial pegado al acuario y que claramente vivía de ello. El camarero me miró raro y preguntó varias veces cuando le pedí udon con intestino de ternera frito, no debe pedirlo mucho la gente occidental. Cloe se tomó un udon de tofu, y Bea tempura con arroz. 

Salimos ya algo tarde a coger el tren hasta Shinsaibashi, una de las principales zonas comerciales de Osaka. Nos dedicamos durante unas horas a recorrer tiendas, buscando gachapones para Cloe y, lo que se dice coloquialmente, revolviendo. A mi esta zona no me acaba de entusiasmar porque es un poco demasiado guirilandia. Está todo masificado y cada vez hay más marcas extranjeras. Aún así toda esta zona, y la zona del río (Dotombori) siguen teniendo mucho encanto. A mi me gusta alejarme de la calle principal, como hicimos luego, y surcar los callejones y esas calles sin aceras llenas de pequeños restaurantes e izakayas.

En una izakaya cenamos, de forma algo aleatoria. Nos dirigimos primero a un restaurante que encontré a comer okonomiyaki. Resultó que estaba lleno, así que mientras esperábamos decidimos cambiar de sitio porque realmente no nos terminó de apetecer el okonomiyaki. Cenamos yakitori, un montón de pinchos diferentes de carne y alguno de huevos de codorniz. Me encanta tomar cerveza de barril en Japón, las cervezas japonesas en lata y botella no me convencen, pero aquí es otra cosa. Salimos contentos pero Bea aún tenía antojo de takoyaki, así que nos pusimos a buscar algún puesto de los que lo hacen en la calle. Una vez lo encontramos, mientras Bea hacía cola, fui a comprar algo de postre. El takoyaki nos lo dejaron tomar dentro, así que al menos hacía calor, que la noche estaba enfriando bastante.




Antes de volver al hotel, nos fuimos a dar una vuelta y hacer alguna compra en el Don Quijote, una cadena de tiendas famosa en Japón y que ahora tienen sucursales en Singapur. Nos quedamos media hora dando vueltas y comprando alguna chorrada antes de irnos de vuelta al hotel en tren. Llegamos cansados pero tras un día feliz dando vueltas por Osaka.




 



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