jueves, 9 de octubre de 2008

Día 5: Londes (día 2)

Por la mañanita nos levantamos con intención de ir al British Museum, pero como no abría hasta las 10 nos lo tomamos con algo de calma. Antes de meternos en el metro acompañamos el té de cortesía del hotel con un par de muffins (uno de limón y otro de cocholate). Cogimos el metro por la Picadilly line (dos días aquí y sólo henos cogido una línea) y, tras caminar cinco minutos apareció delante de nosotros el museo.

Nada más verlo delante ya acojona el edificio. Una vez dentro, la cosa es todavía mejor. Quizás lo único malo de él es que abruma con la cantidad de cosas y, al final, uno ya no valora lo que ve. Hay material egipcio, griego, romano, mesopotámico, asirio, .... Realmente es la leche lo que han expoliado estos tipos. Salimos tras unas horas con ganas de comer, y tras dar unas vueltas en dirección a Leicestre Square y parar en una tienda que vendía juegos de mesa, entre otras, acabamos en un hindú con una pinta magnífica. La verdad es que la comida era muy muy buena. Bea se pidió unos langostinos hechos a la brasa con una salsa de menta y yo me pedí un mezcladillo de mariscos en una salsa con base de coco. Todo ello acompañado de arroz aromatizado con azafrán y comino y un pan naan (algo así como base de pizza pero muy fina).

Salimos de allí satisfechos y con el estómago caliente por las especias y nos dirigimos a un par de tiendas freaks de comics y juegos de rol de la zona. En la primera (Forbidden planet), nos paramos un buen rato a curiosear figuras de series, comics y chorradas varias. En la segunda (Orcs nest) compré un juego de cartas en el que tienes que escapar de los zombies, a ver que tal resulta. Tras la compra freak del día, volvimos a la zona de Covent Garden, curioseando en tiendas de ropa vintage, tiendas de cosas de diseño... para acabar en la plaza, sentados, viendo como unos artistas callejeros atraían la atención del público para ganarse unas libras. Descansamos veindo el espectáculo un rato antes de volver hacia Picadilly a ver si de una vez nos decidíamos a comprar las entradas. Al final, el sitio que me habaían recomendado para comprarlas sólo las vende para el mismo día, así que de momento la cosa sigue en suspenso. Mañana se verá si vamos o no al musical.

Tras el intento frustrado nos largamos a Harrods. Es impresionante la de cosas caras que haya allí, a precios realmente desorbitados. Si ya nos alucinó un futbolín de 6000 libras, pero fue cuando vimos la horterada de ese mismo futbolín recubierto de cristales de Svarosky por 50.000 libras. En fin, que tras recorrerlo un poco Bea se compró unos calcetines que le hacían falta y yo cargué una cesta de galletas variadas con buena pinta.

Mientras estábamos allí, quedamos con un amigo que estaba aquí con la novia de viaje y el otro día descubrimos que coincidíamos. Nos fuimos al hotel a dejar la compra y bajamos con ellos por el Soho a tomar unas cervezas. Por fín me atreví a tomar una cerveza tibia inglesa, sin gas. La verdad me esperaba una cosa bastante desagradable, pero para mi sorpresa me encantó. Cuando cerraron los pubs deambulamos y acabamos en un KFC cenando (de lo poco que encontramos abierto a la una de la mañana). Cenamos y nos despedimos, ya tarde, y cogimos un bus nocturno hacia el hotel. Mañana a ver a donde vamos!

martes, 7 de octubre de 2008

Día 4: Lille - London

Por la mañana nos levantamos y fuimos corriendo a coger el tren. Llegamos a toda leche sólo para averigüar que nos habían dado billetes para un tren que no existía! Ese tren salía sólo los fines de semana. No problem, nos daban billetes para el tren de las 10:09, en vez de el que teníamos para las 9:26. Media horita más de espera no hace daño a nadie. Esperamos en la estación, Bea con un chocolate caliente y yo con un periódico inglés, para irme ambientando. Pasamos el check-in de forma bastante más fácil que en el aereopuerto, eso sí, nos escanearon los dnis y los miraron varias veces, primero la policía francesa y luego la inglesa.

El tren la verdad es que va muy bien, es cómodo, los asientos van suficientemente separados y tienes un echufe en un lado (hay un montón de gente con portátiles, aunque wifi no hay). Llegamos a la estación con algo de retraso por culpa de las obras de arreglo del incendio del otro día, y lo primero que hicimos fue ver si había consigna para dejar las maletas el día que nos vayamos. Tras localizarla y ver que valía una pasta pero que mejor pagar una pasta que cargar con las maletas todo el día, fuimos al metro camino del hotel. Nada más llegar al metro preguntamos a un tipo de información, el primer personaje del día. El tipo era muy simpático y nos dijo cual era la opción que nos salía más barata. Tras hacerle caso en un expendedor automático llegamos a la estación de Earls Court. Al llegar pregunté a un kiosquero por la guía A-Z y tras decirme que él era el más indicado y que las tenía todas, le preguntamos a un policía dónde estaba el hotel. Siguiendo sus indicaciones y tras dar un par de vueltas de más (el cartel del hotel no se correspondía por fuera con el nombre actual del hotel) dejamos las maletas en recepción para ir a comer. Como había visto un cartel de publicidad delante de la estación de un Wagamama, una cadena de ramen, nos dirigimos a comer allí. Nos tomamos unos cacerolos de ramen, bastante especiado. Que bueno está y que bien sienta! El mío llevaba salmón y el de Bea pollo, amén de una colección de algas y de algún vegetal descocnocido. Al postre ya no llegamos desgraciadamente, porque tenían una pintaza, pero es que el ramen llena mucho. Coste total 22 libras, unos 30€ dos buenos platos de ramen y dos bebidas, aceptable la verdad.

Volvimos al hotel y subimos a la habitación, en un tercer piso. La habitación es bonita y no parece una habitación londinense, salvo por la decoración, Hay un baño medianamente grande con bañera con ducha, un microondas, una kettle con dos tazas para hacernos el desayuno, una tele tft, una cama grande... En fin, que fue un acierto el hotel. Tras dejar todo cogimos el metro y nos fuimos a Hyde Park Corner para desde allí enfilar el palacio de Buckingham, Green Park y Saint James Park. Paseamos por allí para llegar a Trafalgar Square y, desde allí, coger un bus durante dos paradas hacia Leicester Square para descansar un poco los pies y ver las cosas desde más arriba (aunque sea sólo un poco). Nos bajamos y nos dirigimos a Picadilly Circus. Alli cerquita entramos en la tienda de comida japonesa de la que encontré la web hace unos días. Como sirven a España no compramos nada más que un par de pasteles de te verde y una bebida parecida a la gaseosa para picar por el camino. En cuanto vuelva hago un pedido.

Desde alli vagamos un rato sin rumbo y encontramos un mercado de antiguedades y curiosidades. Bea compró un anillo de ambar y desde allí nos dirigimos de compras por Regent Street. Fuimos de tienda en tienda haciando algunas compras. Bea se pilló unos zapatos (como no!) y una gabardina muy inglesa que se puso rápidamente porque llovía a pocos. Cruzamos hacia Oxford Street desde Regents y la recorrimos hasta el cruce de Totenham Court Road que cogimos de nuevo hacia Leicester Square. Por la zona buscamos un pub donde tomarnos la primera pinta, pero eran las ocho y estaba todo el mundo haciendo lo mismo. Tras dar unas cuantas vueltas encontramos uno con sitio donde sentarnos. Una pinta y media y casi 5 libras después, bajamos hasta Covent Garden y, de nuevo, tiramos hacia Picadilly. Allí cenamos en el Planet hollywood (!) unas hamburguesas (La mía con queso y la de Bea con salsa barbacoa y bacon). El sitio era bastante decadente, se veía muy desfasado, pero las hamburguesas no estaban mal, eso sí, 25 libras las dos con una bebida.

Estábamos muertos de todo, así que nos fuimos al hotel a descansar, que mañana es un día muy largo.

Día 3: Reims - Brussels - Lille

Ayer como comprobastéis, no actualizamos. La verdad es que el hotel en el que estábamos era bastante cutre y la wifi iba tan mal como un modem de 56k (seguro que tenían el emule a toda pastilla). Entonces hoy toca partida doble.

El día amameció en Reims oscuro pero no llovía. Hicimos el check-out del hotel y les pedimos dejar el coche allí hasta las once y aceptaron. Mola que la gente tenga algo de flexibilidad, hay hoteles donde son unos bordes, pero estos eran majetes. Muy buen hotel en muy buen sitio de Reims, sin duda. Nos fuimos dando una vuelta hacia la catedral y de camino cogimos unos pasteles y los fuimos comiendo. La catedral es una pasada y tiene un significado muy importante en la historia francesa, ya que era aquí donde se coronaba a los reyes. Nos dimos un paseo por el interior, admirando las vidrieras, aunque algunas ya no eran las originales porque Reims quedó muy dañada en la primera guerra mundial. Sin muncho tiempo ya, nos dirigimos dando una vuelta hasta el hotel y encantados con la ciudad, prometemos volver con más tiempo por la zona.

Partimos camino de Brussels, pero no por la ruta que marcaba el gps, si no por las nacionales que atraviesan el bosque de las Ardenas, por el sur de Bélgica. Esta zona tiene una importancia en la historia de la segunda guerra mundial ya que por aquí entraron los alemanes cuando conquistaron Francia. Es un bosque precioso, frondoso y las carreterass eran un encanto para conducir, aunque en general mal asfaltadas. Llegando a Brussels vimos que todo estaba sucio y descuidado, y que además había muchísimo tráfico. Hoy confirmamos que había huelga en el país que había paralizado los trenes, servicios de limpieza, universidades... En fin, que tenemos un imán para las huelgas tras lo de París. Al llegar hicimos lo típico en el poco tiempo que teníamos. Nos fuimos derechitos para la Grand Place, recorrimos unas tiendas de curiosidades, vimos el Maneken Pis (que ya sabía que era cutre pero Bea quería comprobarlo por si misma), comimos unos mejillones con crema de ajo y apio, tomamos unos gofres,... Todo lo típico, y tan típicos fuimos que no podíamos irnos sin parar en una pastelería y comprar unos bombones. Probamos uno de muestra y nos quedamos convencidos, eran magníficos. Nos compramos una cajita medianamenente decente que rellenamos con nuestra selección de variado y también compramos unos macarrons, un tipo de dulce que probamos en Francia y que nos encanta. Fue caro pero menos de los esperado, 16€ la caja de bombones y 8,75€ los macarons (la caja de 8).

De camino a Lille, más caravana. Al llegar fuimos derechos a la estación del Eurostar, para recoger los billetes. Al final no había expendedor automático en esta estación así que nos tocó hacer cola en la ventanilla. Ya con los billetes nos fuimos a buscar el hotel y tras dar un par de vueltas (pensamos que el gps no tenía la calle del hotel pero al final descubrimos que sí) dejamos las cosas en la habitación y nos fuimos al Carrefour a hacer algo de compra para cenar. Nos pillamos una especie de pizza de una masa hojaldrada muy rica. Tras esto nos fuimos a dormir que la mañana siguiente cogíamos el tren.

domingo, 5 de octubre de 2008

Día 2: Bordeaux - Reims

Segundo día de tute. Ayer estuvimos pensando dónde dormir hoy, y la cosa estaba entre irnos a la costa de la alta normandía o a París para ver el salón del automóvil, Metz para verla de noche que dicen que espreciosa o Reims que es la capital del champagne. La cosa quedó en esta última y fuel el destino final de esta etapa. Ayer, además, estuve buscando museos de la segunda guerra mundial, aficionado que es uno, y encontré uno que nos quedaba casi de camino, lo que marcó el paso intermedio de nuestra etapa.

Por la mañana se nos pegaron un poco las sábanas y, tras desayunar unas galletas con el café de sobre que te dan gratis en los Kyriad, arrancamos hacia el museo de los blindados en Saumur, que queda al comienzo del valle del Loira. Trescientos km nos esperaban, cien de ellos por nacional. Por el camino, la cosa no pintaba mal de todo en cuanto al tiempo, estando el día oscuro que no llovía. Llegamos al museo y pintaba genial, no era un edificio bonito (mas bien eran como una nave industrial), pero ya se divisaban un par de tanques a la entrada. Pagamos 6€ por los dos (bien poco) y empezamos por unos cuantos tanques franceses de la IGM y de entreguerras. La colección era espectacular, había un montón de tanques de la segunda guerra mundial, sobre todo alemanes, aunque también rusos, americanos y franceses. Tambié había cosas más modernas de estos ejércitos, incluso algún tanque francés contemporáneo. En medio del museo había gente vendiendo artesanía de la zona (y la exponian encima de los tanques!) y un puesto en el que hacían bollos de pan en un horno de leña y que rellenaban con setas de temporada. Nos sentaron muy bien el par de bocadillos, uno de champiñones y otro de shiitake que nos tomamos. No nos costó nada pedirlos, la chica era de Pontevedra!

Salimos del museo y nos dirigimos al castillo de Saumur, simplemente por verlo desde fuera (es privado) y contemplar el río. En aquellos momentos el viento arreciaba y nos quedaban muchos km por delante. En el camino a Reims llovió bastante, si no lluvia gorda, si una espesa capa de llovizna. Además tuvimos que circunvalar París, y un domingo a estas horas estaba a reventar de coches. Al final llegamos al hotel en Reims a eso de las ocho. Aparcamos y nos fuimos a buscar dónde cenar. Aquí hoy no bajé la cámara, porque lloviznaba y además íbamos a buscar un buen sitio donde cenar y no quería bajar de mochila. Mañana por la mañana haré fotos, lo prometo.

Esta ciudad es realmente encantadora. Tenía miedo que llegando un domingo no encontrara un sitio decente donde cenar, pero no me esperaba la vida que tiene esto. Por la calle había un montón de universitarios volviendo del fin de semana. Las calles del centro, por alrededor del hotel son una maravilla, con un empedrado precioso. Dimos unas vueltas y nos decidimos por un restaurante con muy buena pinta. De entrante nos tomamos un queso fresco de cabra envuelto en una masa brick acompañado de un tapenade casero. De segundo Bea tomó un chucrute de mer, en el que el chuchute iba acompañado de varios pescados, mejillones, vieiras y langostinos. Yo me tomé vieiras con una terrine hecha con el coral de las vieiras. De postre Bea eligió unos profiteroles rellenos de helado y yo un helado de nougat con frutos rojos. Todo impresionante, y la cuenta ascendió a 65€ los dos, lo cual es caro pero no exagerado para lo que comimos y más yendo fuera de menú. Para bajar la comida nos dimos otro paseíto por la zona y al hotel a descansar. Mañana nos vamos a dar vueltas por ahí y luego a dormir a Lille. Llevamos unos 1700 Km. Hasta mañana!

sábado, 4 de octubre de 2008

Día 1: Coruña - Bordeaux (de nuevo)

Parece que Bordeaux es nuestro punto de entrada en Francia, pero la verdad es que es muy cómodo. Por un lado la ciudad es preciosa, con un montón de edificios que recuerdan a París, un gran río con bonitos puentes, rica comida, y además, tenemos un par de hoteles de mano baratos y buenos. Por si esto fuera poco, Bordeaux es la puerta de entrada para cualquiera que vaya hacia casi cualquier punto de Francia. Salvo que uno se dirija hacia el mediterráneo, para llegar a casi cualquier sitio de Francia desde Galicia ha de pasar por esta ciudad.

En fin, que hoy ha sido un día de mucha carretera. Tras salir a una hora medianamente prudencial y llenar el depósito, poco que contar hasta llegar aquí. Un viaje apacible, con poco tráfico (salvo en el País Vasco) y buen tiempo (no cayó ni una gota, y eso que las previsiones daban lluvia en parte del camino). Llegamos a Bordeaux a eso de las seis y media, aparcamos y ¡a pasear! Dejamos el coche en un parking cerca de la catedral, debajo de un centro comercial. Fuimos a buscar algo de comer, ya que por el camino no paramos, solo picamos algo. En una cafetería nos pillamos unas ricas quiches para llevar, y que bién se come en este país. La mía de salmón y calabacín, la de Bea tomate, mozzarella, jamón y albahaca. Subimos paseando y comiéndolas por el equivalente a la calle real de aquí, pero casi no paramos en tiendas, porque todo cierra a las siete o siete y media. Al final de la calle, la ópera, la explanada de las Quinconces y nuestro objetivo, ¡una tienda de helados artesanos que ya conocíamos! Allí pillé uno de castañas y café y Bea uno de chocolate. Comiendo los helados bajamos por el lateral de la Ópera hacia el río y continuamos por él para ver el crucero que estaba atracado en la orilla. Poco después de sobrepasarlo dimos la vuelta por la acera contraria, mirando las terrazas iluminadas de las cafeterías. ¡Esta ciudad tiene tantos rincones bonitos! Como ya era algo tarde y estábamos cansados fuimos a por el coche para ver si nos daba tiempo de ir a Carrefour a coger comida para cenar. Pillamos una bandeja de viande des grissons (lo nuestro es vicio con ese fiambre), un poco de queso (que tenía una textura parecida a la torta del casar y era algo fuerte), un poco de pan y unas galletas. Fuimos al hotel a cenar y ahora a la cama.

Mañana estamos en Reims, si tenemos wifi prometemos escribir. Si no, como siempre, leereis dos días seguidos.

lunes, 29 de septiembre de 2008

De nuevo en marcha

Nos vamos, otra vez... El sábado marchamos de aventura londinense y como estamos bastante pillados, vamos en coche y tren. En tres días nos plantaremos en Lille (todavía no tenemos ruta para esos días, irá sobre la marcha) y cogeremos un tren a Londres. Tras cuatro días en Londres regresaremos y volveremos en dos días de gran paliza (hay casi 1800 Km hasta Lille) por otra ruta distinta, que no hay que repetirse. Como siempre, y salvo que al final nos falle la conexión en el hotel, actualizaremos el blog todos los días, así que estad atentos.

Hasta el sábado!

miércoles, 20 de agosto de 2008

Lisboa, día 3

El tercer día comenzó como el segundo, con un desayuno homenaje de los que hacen época. Tras abandonar el hotel fuimos hasta el monasterio de los jerónimos, en Belem, a comprar pasteles en la pastelería más famosa de la ciudad, dónde hacen los pasteles de nata más ricos. La cola era bastante grande, pero parecía que se movía, así que esperamos para poder traernos unos pastelillos para el viaje, familia y amigos. Buyo también compró algo de café que olía muy bien, a ver que tal sale.

Salimos de Lisboa en dirección a Estoril. Recorrimos el pueblo en coche y fuimos a Cascais. Allí, en una feria de artesanía nos compramos Bea y yo un juego de té vietnamita precioso, lacado por fuera con cásacara de huevo. Al lado de la feria Bea vio un sitio donde alquilaban Segways, y allí fuimos ella y yo. Alquilamos un par de ellos media ahora ay, mientras Buyo y Rosa tomaban algo en una terraza (pedazo de día que hacía) nos recorrimos el pueblo. La verdad es que estos cacharros son una maravilla, muy manejables y bastante rápidos.

Salimos de Cascais en direccion a la Boca del diablo, un bonito acantilado. En el sitio había las típicas tiendas para guiris y un par de chiringuitos donde probé una rica bebida de mango que tenía un gas parecido al del kas manzana. Cuando nos cansamos fuimos a Sintra, cogiendo una buena caravana por el camino.

A Sintra fuimos con un claro objetivo, ver o Palacio da Pena. El palacio está rodeado por unos jaardines realmente brutales. Por haber hay hasta sequoias, ginkos... Es como un gran jardín botánico, realmente enorme. A medio camino del alto hay un palacio inspirado en los castillos del sur de Alemania. El castillo es amarillo y rojo, con detalles por todas las esquinas. Desde pequeñas filigranas en la piedra a bonitos azulejos. No pagamos la entrada al interior de palacio porque íbamos un poco justos de tiempo, pero los exteriores merecieron mucho la pena.

Ya sólo quedaba volver hasta Coruña, otros seiscientos km con mucho tráfico, pero la verdad no me importó lo más mínimo, ya que el fin de semana ha merecido mucho la pena.

Lisboa, día 2

El segundo día nos levantamos y nos arreglamos para bajar a desayunaar a eso de las nueve y media. El desayuno, simplemente espectacular. Había muchísima variedad de fruta, bollos, panes, zumos y comida caliente como tomates asados. Uno de los mejores desayunos de mi vida, la verdad. Los planes del día incluían ver la torre de Belem y el monasterio de los jerónimos, así que para allí fuimos, en medio de un día gris pero caluroso. Compramos una tarjeta que incluye todos los viajes que quieras hacer en el día en cualquier transporte público por unos 4,20€ y cogimos un bus hacia la plaza del comercio, de donde salen muchas líneas. Allí cogimos un tranvía en dirección a Belem, no sin antes flipar de lo rápido que van los buses por la ciudad.

Hay una parte que hay que sufrir con respecto al Tajo en Lisboa y es que la ciudad no está pensada para mirar hacia el río. Así, muchos edificios tienen sus entradas en la parte contraria a lo esperado y lo peor, hay una vía del tren que sigue el río y para cuzar a ver ciertas cosas hay que andar muchísimo para encontrar una pasarela peatonal. Tras ver la bella torre de Belem, que estaba llena de turistas, fuimos al monumento a los descubridores. Pues bien, este bonito monumento, está prácticamente enfrente de los jerónimos, pero hay que caminar un km hacia cualquier sentido para poder atravesar las vías. La verdad es que cabreaba un poco. Tanto la torre como el monumento son preciosos, y de los jerónimos que voy a contar... No entramos, pero por fuera es una maravilla.

Cansados de caminar descansamos en un banco de un parque aledaño al convento. Tras conseguir finalemente interpretar los mapas de trasanporte público, finalmente encontramos la forma de coger el famoso tranvía 28. Este tranvía sale en todas las guías turísticas, ya que pasa por el barrio alto y, dando la vuelta en redondo, atraviesa el centro para subir por el barrio de la Alfama pasando por el Castillo de San Jorge. En medio de la subida (parecía una mantaña rusa aquello) nos bajamos cerca de unas terracitas de barrio alto. Buyo y Rosa entraron en una librería a hacer unas compras mientras nosotros tomábamos algo. Con lo que habíamos desayunado no apetecía mucho comer, así que picamos algo en la propia terraza. Tras descansar cogimos otra vez el 28 para ir al castillo de San Jorge, que se eleva en un lado de la ciudad.

Tras pagar la entrada recorrimos los jardines que hay en los alrededores del castillo. Dimos unas vueltas alrededor antes de entrar. En interior merece la pena por las vistas desde lasa murallas, aunque sea un peligro dado que uno de los lados tiene una altura mínima en la que es fácil tropezar sin no se tiene algo de cuidado. A eso de las seis bajamos en un microbus en dirección a la estación de metro más cercana para poder llegar rápidamente al Parque de las Naciones, antigüa sede de la expo.

Allí la idea era ir al oceanario de Lisboa, que según publicitan, es el mayor de Europa. Llegamos a tiempo por los pelos, porque cierra a las 8 y la última entrada la venden a las 7. A lasa 7 menos 5, entramos. El acuario es genial, con un tanque central inmenso donde hay atunes, tiburones, un pez luna enorme... Además hay un ecosistema de cada uno de los cuatro océanos. A las ocho y cinco nos fuimos dar una vuelta por la explanada buscando dónde cenar. Nos metimos a hacer algunas compras en un centro comercial pegado a la estación y nos llevamos la sorpresa de que en Portugal los comercios tienen un horario muy amplio si les da por ahí. Las tiendas del centro comercial cerraban a las doce de la noche. Tras hacer unas compras y mirar si había donde comer, decidimos bajar a los alrededores de la plaza Rossio a ver si veíamos algo abierto.

Como llegamos a eso de las diez y media, que yaa es muy tarde para Portugal, no encontramos nada decente y aacabamos cenando en un chino de buffete basatante cutre pegado al elevador de Santa Justa. Tras eso, un paseito y pillamos un bus para el hotel, que estábamos muy cansados.

Lisboa, día 1

Salimos de Coruña a eso de las 9 de la mañana, tras recoger a Buyo y a Rosa. Más de 600 Km nos separaban de la capital lusa, asaí que, como dice el chiste, paciencia y saliva. Por el camino coches y más coches. A la altura de Oporto encontramos dos caravanas en la propia autopista, seguro que la mitad de la gente iba al Ikea, y la otra mitad a la playa. Para comer paramos en Coimbra, por aquello de que quedaba prácticamente de camino.

Poco vimos la verdad de la ciudad. Paseamos un poco las calles principales para comer al lado de una iglesia en una pizzería. Tras un par de platos de pulpo, una sopa, una pizza y unos filetes de pescado rebozados, paseamos un pelín la comida antes de hacer otros doscientos km. En la autopista mucho tráfico, sobre todo entrando en Lisboa. Es como Alfonso Molina pero diez veces más largo. Por el camino me fijo en que un gran pocentaje de los quitamiedos tiene protección para los motoristas, ¡manda huevos!

El GPS nos llevó una vez mas hasta el hotel. La verdad mucha pérdida no tenía, ya que el hotel Sana Lisboa Park está situado al lado de la plaza Marqués de Pombal, en pleno centro de Lisboa. Hacía un día estpendo, con unos 28 grados y un sol radiante. Tras dejar las maletas en la habitación y el coche en el parking del hotel, partimos boulevard abajo hacia la plaza Don Pedro IV, más conocida como plaza Rossio dado que está al lado de la estación de tren que lleva ese nombre. A la derecha podíamos ver el famoso elevador de Santa Justa. Paseamos un poco por las calles comerciales de los alrededores antes de ir a la Plaza del comercio. Todas las plazas de esta zona tienen bonitas fuentes, estatuas o arcos. Por el camino también aprovechamos para tomar un piscolabis, los famosos pasteles de nata (aunque no se porque ese nombre, si son de crema) y ver algunas de las tiendas de la zona que estaban abiertasa a pesar de ser festivo. Sin saber que hacer, ya que era tarde, pensamos en ir a cenar a unas terrazas que nos habían contado que estaban bajo el puente 25 de abril.

Pensando como llegar miramos las líneas de buses y hasta nos planteamos coger un taxi. Al final, echándole pelotas, fuimos andando. No sabíamos donde nos metíamos ya que aunque el puente no parecía estar muy lejos, es realmente grande. Mirando ahora en el mapa había algo más de 5 km. Tras la dura pateada, nos relajamos cenando en una terrazita al lado del tajo. Buyo y yo disfrutamos de un rico gazpacho de entrante. De segundo cayeron dos bacalaos a la parrilla muy ricos, una ensalada con salmón ahumado y queso feta, y un arroz de langostinos y rape. De postre una crema de mango, un helado de chocolate con menta y una tarta de manzana con helado. Tras una larga sobremesa cogimos un taxi y a descansar al hotel.

martes, 12 de agosto de 2008

Hacia el sur

Después de un par de tristes y convulsos meses, vuelve el gusanillo de meterse kilómetros entre pecho y espalda. A falta de días de vacaciones (Bea todavía no puede) y con grandes espectativas de continuar el viaje anterior donde lo habíamos dejado (incluyendo volver a Gstaad, que lo disfrutamos a medias) nos vamos de escapada de fin de semana largo, aprovechando el puente. El destino elegido, Lisboa. Espero que la ciudad cumpla las espectativas. Es poco tiempo os mantendré informados, aunque me da que esta vez será a la vuelta.