jueves, 18 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 5: Camino de Londres

Hoy ha sido un día de viaje y más viaje. Por la mañana empaquetamos la maleta y nos fuimos a la estación de Burdeos a coger el tren con destino a Londres pasando por París.
Dejé a Bea en la estación y me fui a dejar el coche en un parking de larga estancia. Fue una pequeña odisea. Primero no había sitio y tuve que esperar a que saliera alguien. Después tuve que buscar al encargado para poder contratar la tarifa de 14 días. Todo esto no parece una aventura, salvo porque cuando salí del parking faltaban menos de quince minutos para que saliera el tren y tuve que correr una buena distancia con la maleta a tope. Una vez reunidos en el andén subimos al tren camino de París. Una vez en él un par de malas noticias. En primer lugar el espacio reservado para familias no era tan bonito como lo planteaban. O eso o nos han engañado con que lo haya en este tren. Al final fuimos en un espacio de un vagón cerrado con respecto al resto en el que había cuatro grupos de cuatro sillas enfrentadas con una mesa en el medio. Las sillas no se plegaban y Cloe no tenía donde correr por el suelo. Así que se pasó todo el camino pintando con una aplicación de Imaginarium en el Ipad y viendo Peppa Pig. Con el lío los mayores no habíamos desayunado así que a las doce terminamos comiendo un poco de salchichón y dos croissants. Además para más follón el tren llegó con más de veinte minutos de retraso a Paris así que tuvimos que correr para no perder el enlace.

Llegamos a Montparnasse y corrimos hacia el metro. Fue un poco de follón como esperábamos, con escaleras arriba y abajo, pero finalmente conseguimos subirnos al metro y en menos de media hora estábamos en la Gare du Nord. Allí cogimos unos bocadillos y subimos directamente al hall del Eurostar, pasamos los controles de seguridad y subimos al tren. En el Eurostar poco que contar. Dos horas y media de más Peppa y más pintar, con Cloe devorando parte del bocadillo de jamón y queso de Bea. Llegamos pues a Londres y todavía nos quedaba coger el metro hasta Edgware road. A diferencia de París en Londres un caballero nos ofreció ayuda para subir la silla por las escaleras pero aunque la consideramos innecesaria si que nos pareció muy bien que alguien se preocupara por nosotros. Llegamos a eso de lasa seis y veinte a casa de Rachel, la dueña del apartamento dónde nos alojamos. Es la segunda vez aquí y nos sentimos como en casa. Tal es así que le trajimos de regalo una botella de licor café, para que sepa lo que es bueno. Aquí nos esperaba el mismo apartamento, prácticamente en el mismo estado en que lo dejamos. Se nota algo el uso, pero sigue siendo una maravilla. Tras preguntarle por los parques infantiles de la zona nos despedimos y nos dedicamos a guardar las cosas antes de salir a pasear.

Un rato después a eso de las siete y media hora londinense, estábamos bajando por Oxford Street dando un paseo de esos que dan los guiris por Londres. Ya sabéis que no es precisamente mi calle favorita, pero necesitábamos respirar un poco el ajetreo de la ciudad para aterrizar mentalmente en ella. Bajamos hasta un poco antes de Oxford Circus y paramos a comer un cookie de Ben's cookies, ya famosas en la ciudad tras su despegue desde Oxford. Necesitábamos un poco de azúcar porque no habíamos comido demasiado hoy. Con los comercios ya cerrados nos dirigimos a buscar dónde cenar. Tenía un par de sitios localizados pero fueron imposibles. El Patty and Buns, una hamburguesería que estaba hasta la bandera y el Zoilo, un argentino, tampoco tenía sitio. Así que tras dar una vuelta terminamos en un Wagamama que nunca defrauda aunque tampoco sea algo espectacular.
Tras sentar a Cloe en una trona y darnos los del local unas ceras para que se entretuviera pintando, decidimos cenar una ensalada con algo de langosta, unos gyozas de pollo y un ramen con un poco de todo (cerdo, pollo, calamares, mejillones...). Pedimos por primera vez un plato para Cloe.
Un poco de arroz glutinoso, pollo a la parrilla, zanahoria y maíz dulce. Antes de traer la comida nos ofrecieron un poco de leche de soja para ella. La parte de arriba que tenía un poco de cacao se la comió, pero el resto no le gustó mucho. Su plato de comida casi se lo comió entero.
Dejó medio pollo y algo de arroz y zanahoria, pero por lo demás disfrutó mucho de poder comer ella sola y de lo que fue su experiencia comiendo en general. Recomiendo la experiencia en el Wagamama con niños. Se ve una preocupación en que se lo pasen bien y compartan la experiencia con sus padres. Cansado y derrotados, salimos del restaurante los tres muy felices con ganas de descansar y mañana empezar el día con fuerzas.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 4: Capbreton

Hoy, como siempre que salimos de Pamplona, se nos pegaron las sábanas. Solemos aprovechar la última noche para charlar y al acostarnos tarde cuesta levantarse e irse de dónde nos tratan tan bien. Así que pasadas las doce salimos en dirección a Burdeos. Mañana hacemos el viaje en tren a Londres y hoy no tenemos mucha pisa. Simplemente hay que llegar hasta el hotel reservado en las cercanías de la ciudad. Así que viendo la hora que era y con Cloe entregada a Peppa Pig pensamos. ¿Ir a Biarritz? Acabamos de estar hace muy poco. ¿Y si vamos a alguno de los pueblos costeros de las Landas en los que nunca hemos estado? Así que decidimos ir al que más cerca queda de la autopista, que paulatinamente se va alejando de la costa según pasan los kilómetros.

Capbreton fue el destino elegido para comer. Llegamos ya a las tres y cuarto así que no teníamos muchas esperanzas de comer en ningún sitio. El pueblo tenía no demasiada vida ya que lo que vemos es un pueblo de veraneo lleno de viviendas unifamiliares y edificios bajos de apartamentos. Buscamos el puerto deportivo pero no encontramos allí dónde comer. Como última opción nos quedaba recurrir al McDonalds pero finalmente, en la playa, encontramos un sitio donde comer. Bea se comió una Croque Monsieur (sandwich con jamón cocido, bechamel y queso gratinado) y yo un bocadillo de pollo con albahaca.

 Cloe se comió la mitad de mis patatas fritas mientras miraba ávidamente a la playa. La verdad es que era imposible decirle que no. 27ºC, sol, una muy leve brisa y la arena fina que nos decía "¡bajad, leches!". Así que terminamos de comer y bajamos a la playa. La falta de previsión hizo que no llevásemos bañadores. ¿A Londres? ¿Para qué? Así que estuvimos en la playa en ropa interior y nos bañamos con ella.

El agua estaba de escándalo, a casi 24º. La niña se lo pasó como nunca, en la orilla sentada recibiendo a las olas, jugando con papá y mamá en el agua, "nadando"...
 Daba pena sacarla del agua. Bastante tarde ya salimos de la playa. Daba mucha pena irse pero había que seguir camino y Cloe estaba rendida de tanta emoción.



Salimos de Capbreton a eso de las siete menos cuarto. Camino de Burdeos cogimos una caravana que nos retrasó y no pudimos llegar al hotel de hoy, el Gardenia, antes de las nueve menos cuarto. Siendo tan tarde decidimos cenar en el hotel. La cena fue muy regular, tirando a mala. Un risotto que pche, unos entremeses que peché y un confit de pato con patatas cocidas que pché pero es pato y es imposible que sepa mal. De postre un yogur y todo por 27€. Además de todo, caro. Pero en fin, se paga la comodidad porque tenemos que preparar la maleta para el viaje (parte de las cosas se quedarán en el coche) y Cloe está cansada y tiene que bañarse tras la playa. Así que aprovecho el tiempo escribiendo este blog y esperando ya mañana dormir en Londres.

martes, 16 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Días 1, 2 y 3: Pamplona y Zarautz

Volvemos a hacer otro viaje. Este año no paramos de viajar y ahora nos toca nuestra periódica visita a Londres. Es imposible cansarse de esa ciudad y queremos enseñársela a Cloe, que desde la barriga de su madre no vio nada, hace casi dos años. Es su tercer viaje y en los anteriores hermos notado que impulsan sus cambios. Vuelve más despierta, hablando más y con un poco de depresión post vacacional. En esta pequeña entrada resumiré lo que hicimos en este tranquilo fin de semana en compañía de nuestros queridos Flo y Carmen.

Salimos como tratamos de hacer siempre el viernes al salir yo del trabajo. A las tres y cuarto ya estábamos en la autopista camino de Pamplona. El camino fue tranquilo, soleado durante casi todo el trayecto y sin incidentes. Paramos en área de descanso de siempre, en el alto del puerto del Manzanal, aunque vamos viendo como va a peor y creo que la próxima parada la haremos en otro sitio. De hecho esta vez no llegamos a consumir nada porque en los veinte minutos que estuvimos allí nadie se nos acercó a tomar nota aunque sí recogieron la mesa de al lado, así que si no quieren nuestro dinero no se lo damos. Le dimos la merienda a Cloe y ya no hicimos más paradas, porque Cloe se durmió cerca de Burgos y ya se despertó llegando a Pamplona. Esa noche llegamos realmente cansados y derrotados. Llevaba una semana de mucho trabajo en mi empresa y la cabeza ya no daba abasto, así que cenamos en casa de los chicos, nos quedamos de charla y nos fuimos a dormir algo tarde.

A la mañana siguiente, ya sábado, nos levantamos y descubrimos que nos habíamos olvidado de poner zona azul. Pues sabed que en Pamplona si te pasas aunque sean cinco minutos de la hora, se lleva la grúa el coche. Así, con dos huevos. Nada de multa de aparcamiento o de multita de la ORA. No no, se lo llevan y aunque no está muy claro que puedan o no hacerlo, ellos lo hacen y si quieres recuperar el coche tu pagas la grúa. Luego ya si eso reclama. Pues nada, algo cabreados nos dividimos y Bea y Flo se fueron a rescatar el coche al tétrico depósito mientras Carmen, Cloe y yo buscábamos un sitio cerca dónde comer. Acabamos en un pub llamado Dublin House tomando unas hambuguesas para matar el hambre. Nada destacable en ellas. Bueno si, eran baratas. Desde allí bajamos a la ciudad vieja a pasear. Hicimos el típico recorrido por la plaza del Castillo, la catedral, el castillo y terminamos en la ciudadela, dónde quedamos con otros amigos. Al poco de llegar aparecieron Jaione, Gus y su hija Ari. Pasamos el resto de la tarde viendo jugar a las niñas en la hierba, subirse por una escultura hecha para ellos y esconderse bajo las ramas de árboles. ¡Que bien se lo pasaron! Salimos de allí ya a eso de las nueve de la noche y nos fuimos a cenar a la casa de Cantabria. En una terraza cubierta por un toldo pasamos el resto de la noche tomandos bravas, unos bocadillos y unas cervezas. Las niñas siguieron con sus juegos en la plaza peatonal en la que se ubica el local. Jugando en la hierba, sentadas en los bancos o corriendo disfrutaron tanto o más que los mayores.

El domingo consultamos la previsión meteorológica y nos dirigimos a Zarautz. El plan original era ir a Guetaria a probar un restaurante al que le tenía muchas ganas, el restaurante Elkano. Pero mi gozo en un pozo porque estaba lleno. Así que decidimos repetir en el restaurante de Karlos Arguiñano en Zarautz. Reservamos lo que luego nos pareció la última mesa disponible. Camino de Zarautz vimos que el tiempo no era lo que las previsiones anunciaban. El calor había formado una tormenta y justo llegando comenzó a diluviar. Así que aparcamos a dos manzanas del restaurante y esperamos a que pasara lo gordo, ya que llovía a mares. Unos diez minutos después dejó de llover y nos fuimos a comer.

Tal y como me habían avisado a la hora de reservar nos pusieron en un comedor interior en vez de estar en el acristalado con vistas a la playa. El otro estaba lleno pero casi lo preferimos. El interior era más pequeño y mucho menos ruidoso. Comimos como reyes. De entrante unas pochas rojas con langostinos y una ensalada de confit de pato. De segundo un chuletón, unas carrilleras, una merluza rellena y un bacalao al pilpil. De postre por "presiones" de la camarera que quiso que los postres fueran todos distíntos tomamos un brownie con mousse de chocolate, una tarta de manzana, un bizcocho de chocolate con sopa de fresa y una torrija con crema tostada. Todo espectacular y el precio redondo.


Como la otra vez fueron 30€ por cabeza, que siendo dónde es (País Vasco y con vistas a la playa) y de quién es, me parece hasta barato. Acabamos de comer ya a eso de las cinco y nos fuimos a dar una vuelta por el paseo marítimo de Zarautz.

Mucha vida y gente en el agua con las tablas aunque no acompañaba mucho el mar (se debían estar aburriendo mucho).
Paseamos cerca de una hora antes de volver a Pamplona ya que cloe no había dormido siesta y queríamos que durmiera por el camino.

Volvimos entre tormentas ocasionales y llegamos a Pamplona con buen tiempo que no duraría mucho. Lo justo para que Bea y Carmen bajaran al parque mientras Flo y yo rememorábamos los viejos tiempos continuando nuestras partidas al PES 6 que habíamos dejado parada en el 2007. Al cabo de un rato llegaron de nuevo Jaione, Gus y Ari. Fuimos a cazar comida al KFC y cenamos todos juntos. Las niñas se lo volvieron a pasar muy bien juntas y alargamos la cena hasta las doce, que al día siguiente ya era lunes y la gente trabajaba. Nos quedamos en casa charlando hasta las tantas y nos fuimos a cama sin muchas ganas ya que el lunes partimos camino de Burdeos.

Destination Nowhere: Día 18: Vuelta.

Que pereza da siempre escribir el último post de un viaje. Es como certificar que se ha acabado y hay que volver a la rutina diária. Atrás quedan días de aventura y diversión y todos los echamos de menos. Cloe es muy pequeña, diréis, pero lleva días pidiendo a su manera coche. Mira melancólicamente por la ventana mientras hace "brrrrrrrrrrr" y a continuación suelta un "¡pepa!¡pepa!". Ella tambien lo echa de menos. Para ella significa estar todo el día de paseo, escuchar nuevos idiomas, conocer gente y ver sitios nuevos. Ahora ella sabe que las vaquitas en Suiza no hace "muuu" si no "tolón tolón", sabe pedir "pizza" y sabe decir "bonllur" y "orbuá". Ha probado comidas, ha visto montañas y ha estado rodeada de sarcófagos. Ella cuando sea mayor no se acordará de nada, pero lo que ella ha evolucionado y madurado estas semanas está ahí a la vista de todos y esas fotos quedarán ahí , para siempre. Tras divagar, como siempre, una pequeña crónica del día de hoy, bastante sosete.

Salimos como podréis adivinar tarde de Pamplona. Siempre nos sentimos bienvenidos así que nos cuesta mucho irnos. Además que Flo salga hacia el trabajo cerca de las doce no ayuda mucho. Así que salimos y nos pusimos a hacer kilómetros, con Cloe disfrutando de Peppa Pig. Al cabo de una hora y media de camino decidió dormirse y estuvo en ese estado hasta cerca de las tres y media. Paramos poco después de Burgos en un área de descanso y tomamos unas tapas mientras le dábamos la comida a Cloe. De allí cogimos carretera y pensábamos parar a eso de las siete a darle la merienda pero decidió volver a dormirse y no la despertamos hasta que llegamos a casa a eso de las ocho.
Casi 5500 Km de ruta, ahí es nada. 60 horas con el coche en movimiento, casi tres días en total. Pero supongo que ya sabréis que para nosotros el trayecto es casi tan importante como el destino. Ahora sólo nos quedamos con ganas de más, como siempre. Ganas de volver en cuanto podamos a Suiza, que es de una belleza inconmesurable. En nuestros viajes sólo hemos visto paisajes parecidos en Austria y quizás en los Dolomitas. Francia se nos va acabando poco a poco, pero cada vez que volvemos a pasar por una carretera descubrimos maravillas nuevas como Orleans, Dijon o Aix-en-Provence. Italia sigue sin entusiasmarnos. Hay sitios, es cierto, pero creo que la parte norte nos sigue gustando más hacia el este que hacia el oeste. Aosta, Milán, Turín... son sitios majos pero no nos maravillan, quizás por su aire decadente y melancólico. Sin embargo el otro lado del norte: Venecia, Verona, Trento... son zonas muy bonitas y animadas, con un ambiente mucho más positivo. Nos queda bajar más hacia el sur para ver si encontramos otra Italia. Sólo me queda despedirme hasta el próximo viaje, que será muy pronto. ¡Hasta la próxima!


jueves, 10 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 17: Biarritz

Lunes. Penúltimo día. ¡Vamos a aprovecharlo! Hoy el cielo en Pamplona está nublado, pero el tiempo hacia nuestro destino dice que hará sol. Estupendo. Desayunamos con Flo y Carmen y nos quedamos hasta que Flo se va a trabajar, a eso de las doce menos cuarto. El objetivo de hoy es volver a Francia y llevarnos a Carmen hasta Biarritz.

Hora y media de carretera más tarde estamos en Biarritz.
Que pueblo tan bonito, es increíble. Siempre nos ha gustado mucho, a pesar de que ya en Julio empieza a estar abarrotado. Aparcamos en el centro en un parking (en la calle estaba imposible) y buscamos dónde comer. Ya era bastante tarde para Francia, las dos y media, así que desistimos de buscar un sitio maravilloso para comer y nos quedamos en la típica terraza que sirve comida de forma continuada. La comida no estuvo mal, siendo un sitio para turistas. Dos entrecottes y un magret de pato muy razonables (mejor el magrette). De allí empezamos el paseo.


Bajamos a la Grande Plage y nos dedicamos a seguir la costa. Biarritz como pueblo está muy bien, casas bonitas (muchas de ellas modernistas), poco horterismo setentero y mucho estilo.
Pero lo realmente espectacular es su costa. Sus aguas de color turquesa, sus acantilados de color marrón con miles de recovecos y sus salientes hacia el mar que desafían las olas.
Además es uno de los paraisos mundiales de surf y se respira por todos lados. Mires hacia donde mires verás a gente en el agua surcando las olas. Caminamos un buen rato por el paseo pasando cerca del puerto que es uno de los más cerrados que he visto en mi vida.
Caminamos un poco más, hasta la estatua de la virgen que hay en una roca metida ya en el mar y subimos de vuelta por la Rue Du Port Vieux, repleta de tiendas y pequeños cafés. Cuando tocó la hora de la merienda paramos en la Pastisserie Miremont. Para nosotros es casi una tradición parar allí. Es ese ambiente del siglo pasado, esos pasteles (¡ñam!) y ese buen café que nos encanta. Así que nos llevamos a Carmen allí y nos dedicamos a darle la merienda a Cloe mientras disfrutábamos del merecido descanso.


Al salir ya se estaba haciendo tarde. Queríamos hacer lo de siempre, ya lo sabéis. Tocaba la última compra de comida del viaje. Así que nos fuimos al Carrefour de siempre (el de Anglet) y compramos provisiones de galletas, Orangina, especias, fiambres y quesos. Con el coche cargado nos dirigimos a Pamplona a cenar, dónde disfrutamos de parte de las viandas adquiridas. Antes de acostarnos, Flo y yo rememoramos viejos tiempos echando unas partidas al PES 6, juego al que dedicamos muchísimas horas en su día y que nos hace sentir algo nostálgicos. Un poco tarde de más nos vamos a cama, mañana toca el viaje de vuelta.

Destination Nowhere: Día 16: Barcelona y Pamplona

Hoy era un día de transición y de vuelta. Desayunamos en el hotel de buffet. Hacía días que no desayunábamos así y la verdad es que sienta muy bien. Hoy no hace mucho calor así que se está muy bien. Los objetivos para hoy son más bien modestos, unas compras por La Roca Village y carretera hacia Pamplona.

Así pues, nos dirigimos hacia el outlet a poco más de quince minutos del hotel. Hoy es domingo y está a reventar. Aparcamos con el parking atestado y nos fuimos a hacer unas compras rápidas. No es la primera vez que visitamos el outlet aunque ahora lo han ampliado. Conociéndolo ya vamos a las tiendas que nos gustan derechos. De hecho Bea batió su propio record comprando un bolso de los suyos en apenas tres minutos! De esta cadena de outlets ya os había hablado anteriormente. Es el único tipo de centro comercial que soporto, porque simulan una calle de pueblo y al menos se respira aire libre. Eso sí, está a reventar de rusos y orientales y da un poco de vergüencita ver como hacen cola delante de la tienda de Ralph Lauren. Tras unos cuantos éxitos y fracasos en las tiendas nos fuimos a comer con Alex y Nuria, unos amigos de la ciudad con los que sólo dimos quedado aquí. Así que nos pasamos el mediodía charlando con ellos, comiendo en un Pans&Co que fue el único sitio donde pudimos sentarnos. Realmente nos dio pena irnos a eso de las cinco, pero ya no podíamos quedarnos más ya que nos quedaban un poco más de cuatro horas para llegar a Pamplona.

Así que hoy poco, muy poco que contar. En cuanto salimos del área de influencia de la ciudad muy poco tráfico. Paramos a darle la merienda a la niña poco después de Zaragoza y el viaje fue muy plácido.
Llegamos a Pamplona a eso de las nueve y media y cenamos con Flo y Carmen que alucinaron con lo que había crecido la niña estos quince días. Mañana, la última excursión del viaje.

miércoles, 9 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 15: Barcelona

Hoy amaneció con el día despejado y calor. Salimos de hotel desayunando otra vez nuestros recursos acumulados. Unos gofres y un poco de yogur para beber (¡yoplait!) que compramos en la gasolinera el día anterior conforman nuestro desayuno. Salimos con intención de llegar a Barcelona lo antes posible. De nuevo muchísimo tráfico, al menos hasta que llegamos a España dónde no se si por coincidir con la hora de comer la autopista estaba bastante vacía. Llegamos al hotel a eso de las dos de la tarde. El hotel de hoy es el Can Galvany, en Vallromanas. Es la segunda vez que vamos a este hotel y nos encanta. Si vamos con coche a Barcelona estamos escogiendo siempre este. Se encuentra en las montañas que separan Mataró del interior. Es un hotel con habitaciones muy amplias, personal muy amable, piscina, un entorno tranquilo, bañera y desayuno de buffet incluido en el precio. Preferimos venir a descansar aquí y pagar el parking en Barcelona allá donde vayamos. Al final ganamos en tranquilidad, ahorramos dinero y el sitio nos encanta. Nos habían avisado la noche anterior de que no había cunas disponibles y tratamos de solucionarlo. Al final acabamos con una cama supletoria gratuita, una disculpa y un montón de golosinas que Cloe no pudo disfrutar pero sus padres sí. Como ya se nos hacía tarde entre unas cosas y otras decidimos comer en la terraza de la piscina. Nos tomamos una hamburguesa y un sandwich de salmón ahumado. Muy rico todo pero algo lento, en gran parte creemos que fue porque estaban montando una pequeña boda en el hotel y estaban los camareros ocupados.

Salimos de allí casi a las cuatro camino del centro. Hoy es sábado y apenas hay tráfico. El objetivo principal del día era visitar el triángulo friki de la ciudad. El triángulo friki es el nombre que se le da a un conjunto de calles cercanas al Arco del Triunfo. En esa zona comenzaron dos de las tiendas más veteranas de la zona, Norma y Gigamesh. A su lado creció la comepetencia, principamente especializándose. Así, ahora mismo, más de una decena de tiendas se agolpan en unas pocas manzanas. Ahí podéis encontrar de todo, comic americano y japonés, libros de cine, de ciencia ficción, de arte urbano, juegos de cartas, de tablero, videojuegos y tiendas que venden dvds de serie z. Todo lo que os podais imaginar en un pequeño reducto. Lo único malo es que hoy, sábado, algunas estaban cerradas. El recorrido fue un poco más corto de lo normal. Comenzamos en Norma por aquello de la nostalgia. De ahí pasamos a Kaburi una tienda bastante reciente con muy buen ambiente y un bar propio dónde jugar y pasar el rato. De ahí ya nos fuimos a la nueva Gigamesh. Gigamesh es un clásico de la ciudad que llevo visitando ya casi veinte años.
Con el dinero que están haciendo al publicar Juego de Tronos se han montado una tienda nueva realmente espectacular y con muchísimo material dentro. Mucho estilo es lo que desprende la tienda, sí señor. De ahí nos fuimos a Freaks y a Alien a ver material cinéfilo y musical. Tras las dudas en las compras acabé comprando un par de juegos en Gigamesh que están a la espera de ser jugados.

Y ya era hora de darle la merienda a Cloe. Allí una amable camarera nos advirtió de que la zona era muy peligrosa así que guardamos la cámara ya que nos advirtió de que por la zona había gente con navajas que cortaba las correas y salía por patas. La verdad es que el centro de esta ciudad siempre fue bastante inseguro y es de las ciudades en las que tomo más precauciones. Tras merendar salimos andando hacia la zona más turísitica de la ciudad, que estaba a poco más de 800m pero que con los pocos turistass que veíamos por la zona parecía otra ciudad. Así que nos dirigimos hacia el Paseo de Gracia, la avenida más famosa de la ciudad. Lo subimos pero no hasta el final ya que Bea estaba ya bastante cansada.
Si venís de tiendas por la ciudad, un consejo. Todo dios se va al Paseo de Gracia y Puerta del Ángel a comprar. Lo bonito e interesante de las compras en la ciudad está en los aledaños. Por el ensanche hay muchísimas pequeñas tiendas muy interesantes dónde encontrar de todo en moda, calzado y cocina. Si lo que buscais es encontrar ropa de diseño alternativa, yo siempre la he buscado por la zona del barrio gótico. Es dónde se respira ese ambientillo. Seguro que estoy desactualizado ya, que alguien me corrija si es así. En fin, que bajamos hacia Puerta del Ángel y la catedral, dando un paseo rodeados de gente. La verdad es que estaba todo atestado y estábamos cansados, así que buscamos dónde cenar. Por el camino decidimos llevar a Cloe en el carrito al sentido de la calle, en vez de mirando hacia nosotros. ¡Le encantó! Terminamos cenando en una focaccería unas focaccias muy chulas. Decidimos que estábamos ya cansados y Cloe también, así que nos fuimos al hotel a descansar, que mañana toca un día con bastante coche.

martes, 8 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 14: Aix-en-Provence.

Hoy amaneció con buen tiempo. Las nubes todavía estaban ahí, pero con ganas de marcharse. No teníamos desayuno en el hotel, así que le dimos el desayuno a Cloe, comimos unas barritas y salimos a la carretera. Hoy dormimos en Montpellier, siguiendo nuestra ruta de vuelta, pero no es nuestro objetivo. Estuvimos allí el octubre pasado y aunque nos gustó no era plan repetir. Así que realmente no teníamos un plan prefijando para hoy. Salimos del hotel con el GPS puesto en dirección al hotel y luego ya se vería. Eran tres horas de carretera así que no queríamos hacer un rodeo muy grande. La primera idea fue ir hacia Cannes y seguir la costa hacia Saint Tropez. Es una carretera de costa preciosa, pero el rodeo era muy grande. Además esa carretera ya la conocemos y sabemos que con tráfico puede ser mucho más de lo que dice el GPS. Empezamos a pensar una segunda opción e incluso pensamos en repetir visita a alguno de las ciudades de la Provenza que ya conocemos, como Nimes, Arles y Avignon. Las tres nos gustan mucho aunque si tenemos que elegir una nos quedamos con Avignon. A mi se me enciende la lucecita. ¿Y si vamos a Aix-en-Provence? Aún no habíamos estado y la gente me ha hablado maravillas de ella. Así pues, decisión tomada, nos vamos a la antigua capital de la Provenza.

Según llegamos ya vemos el bullicio. Hoy es viernes y la ciudad está atestada. Se ve turismo, sí, pero también mucha gente de la zona. La ciudad está relativamente cerca de Marsella y no se si será eso la clave para verla así. Cuando llegamos ya el sol estaba a plena fuerza y se nota el calor.
Aparcamos en uno de los parkings más grandes del centro, al lado mismo del casco histórico y salimos en busca de algún sitio dónde comer. Ya pasa de la una y media y aunque siendo esta ciudad tan turística algo encontraremos no queremos forzar la máquina.
Así que tras un par de vueltas tratando de encontrar un par de sitios que tripadvisor decía que existían y luego resulta que ya estaban cerrados, acabamos en uno usando el viejo método de la buena pinta. Aunque el día pedía terraza preferimos comer dentro para que Cloe no pasara tanto calor. Bea se tomó un filet mignon de cerdo asado y yo una ensalada, que con el calor no tenía mucha hambre. Nos fuimos desde allí, como siempre, a callejar sin rumbo.

Y es que esta ciudad es muy propensa a ello. La llaman la ciudad de las fuentes y es por algo. Sales de una calle y al mínimo hueco que hay, en una esquina, hay una preciosa fuente y unas terrazas para disfrutar del buen tiempo.

Además parece un centro comercial comarcal. Hay comercios y más comercios por doquier. Ni un bajo vacío y todos con mucha actividad.
Si a eso le sumamos que había ya rebajas nos dedicamos toda la tarde a vagar y disfrutar del buen tiempo, a ser posible buscando la sombra. Recorrimos plazas y calles hasta llegar a la plaza del ayuntamiento. Por el camino un nombre destacaba sobre los demás, Cézanne. El ilustre pintor nació aquí y hay un montón de negocio turístico alrededor. Ya no solo calles, restaurantes y hoteles con el nombre.
Las calles tienen placas para hacer rutas dedicadas. Y digo bien rutas, en plural, porque había cuatro caminatas distintas marcadas. No nos llegó el tiempo para hacer una ruta en coche que recorre los puntos importantes de su biografía de los alrededores, pero queda pendiente para otra vez.

A eso de las siete arriamos velas hacia Montpellier. Nos quedaban todavía casi dos horas de coche.

De lo demás, poco que contar. Mucho tráfico. La autopista que recorre el mediterráneo francés está siempre atestada de coches. El hotel de hoy fue el Quality Hotel Montpellier Golf Juvignac. Podría decir que es un hotel razonable de calidad/precio si lo reservas con un sitio como booking. Nos salió a 65€ la noche y está relativamente cerca de la autopista (pegado si llegas a Montpellier desde el norte), en un entorno tranquilo y la habitación sin ser una maravilla estaba limpia y la cama era cómoda. El único problema que encontramos es que están escasos de personal si llegas tarde para los estándares franceses. Cuando llegamos a las nueve sólo había un empleado para todo el hotel. Como no daba hecho y no había visto la reserva pidiendo una cuna, fue a por ella y nos la dejó sin montar y sin sábanas. Tuvimos que montarla nosotros y luego volver a pedirle sábanas que tuvimos que poner nosotros. Que no es el fin del mundo, pero joder, es como llegar a un hotel y que te digan "pues hazte la cama que yo no tengo tiempo". Pagas por algo, ¿no? Cenamos esta vez algo de fiambre y pan en el hotel mientras pensamos ya en el destino de mañana: Barcelona.

viernes, 4 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 13: Niza.

Hoy nos despertamos en los setenta, no está mal la cura de rejuvenecimiento. El tiempo amenzaba tormenta por el camino pero solo por el camino. Bajamos a desayunar y mientras descendíamos íbamos alucinando con las fotografías de las bondades del local que debían tener más de veinte años. Imaginaos que veis unas fotografías impresas en papel fotográficos descoloridas por el sol... dentro de un ascensor. Eso sumado a las maravillosas fotos de la estancia de la Juventus de Turín en el 2011 que hasta me dieron pena y todo. Llegamos al comedor de desayuno y aquello parecía preparado para una boda con todas esas sillas enfundadas. Nos tomamos unos tés, un poco de queso y un poco de bollería que no estaba mal del todo. Un desayuno normal, menos mal. Salimos del hotel camino de Niza, pero no sin antes parar en el supermercado más grande de la región para hacer una compra final de productos italianos. Lo mayor en la zona era un Auchan en el que compramos algo de fiambre, un poco de vino y algunos productos curiosos amén de recargar agua y potitos para Cloe. Como curiosidad deciros que los potitos de bebé llevaban todos pasta entre sus ingredientes, los tópicos existen por algo.

Sin pasar ya por Cuneo, que se nos hacía tarde, comenzamos a discurrir entre montañas. No es una una zona de altas y espectaculares elevaciones, pero algún cañón era muy bonito. Eso sí, nos cayó el diluvio del viaje por el camino y la carretera se encharcó. Y no se encharcó un poco, no. Se encharcó muy mucho. Menos mal que con el Mazda CX-7 vamos bastante tranquilos y respondió muy bien en estas situaciones. Viéndolo con perspectiva, no se si volvería a elegir la opción que tomamos de ir por este paso. La carretera sin ser mala ofrece muy pocas posibilidades de adelantamiento y una vez visto el paso no merece la pena volver. Así como hay otros pasos en Suiza o Italia impresionantes (Stelvio, Suntenpass...) este no es lo suficientemente bueno como para volver por él otra vez y seguramente si volvemos por la zona preferiremos dar la vuelta por la autopista que suma unos cien km al trayecto pero se gana en tranquilidad y es más o menos el mismo tiempo desde Turín. Cuando ya pensamos que nos iba a llover en Niza con lo que estaba cayendo en el paso, la suerte cambia. De hecho Bea ya tenía su esperanza de ver el sol en Niza por los suelos. Pero no, fue salir de las montañas y acercarnos al mar y el tiempo cambió. No os voy a decir que hiciera un sol radiante, pero ni rastro de lluvia y algo de sol que asoma por las nubes. Unos 23ºC y una sensación térmica superior que nos alegraron bastante el día. Salimos en Niza a eso de las tres de la tarde sin parar en Mónaco como habíamos planeado y aparcamos en el parking del centro comercial Nice Etoile. Los parkings estaban a tope en la playa, así que este nos pareció una buena opción Es un parking enorme, con ascensores y sigue estando cerca de todo. Como salimos al lado del centro comercial ya decidimos comer allí. La hora ya no era adecuada en este país para comer en un sitio un poco decente, así que nos paramos en una cafetería del centro comecial que tenía servicio contínuo hasta las cinco de la tarde. Allí nos dió por el salmón. Yo me tomé una ensalada de salmón ahumado y Bea una bruschetta de salmón.

Tras finalizar la comida nos dimos una mini vuelta por el local. Paramos en un par de tiendas de juguetes a ver si encontrábamos algo para Cloe, pero no vimos nada para su desesperación. Paramos también en una tienda de material para cocina, pero sólo compramos algún pequeño detalle para regalar. Salimos pues hacia el paseo y la playa bajando por la avenida Jan Médecin hacia la plaza Massena, uno de los núcleos de esta ciudad.
La avenida está atestada de gente. No sabemos el motivo pero hoy Niza está a tope de gente y todavía no estamos en Julio.
Nos metemos por las calles peatonales aledañas a la plaza hacia la playa, viendo escaparates aquí y allí.
En un pequeño ratito estamos ya viendo el mar. El color es lo más impresionante en esta ciudad.  Así como la playa realmente es una basura (són todo rocas más bien gordas, no penséis en guijarros), el color del mar, con un turquesa muy intenso es lo que le da la belleza a este paseo.
Bajamos hacia la playa de todas todas y, cuando lo hacemos, nos damos cuenta del motivo por el cuál está la ciudad a tope. Estamos a viernes y el Iron Man se disputa en la ciudad este mismo domingo. Ahora es cuando nos fijamos en la gente que hay corriendo o haciendo bici por la calle. En fin, cosas que pasan. Uno muchas veces no es capaz de darse cuenta cuando suceden estas cosas en las ciudades. Bajamos a la playa y Cloe loquea.
Otro descubrimiento de este viaje es lo que le gustan las piedrecitas. Se dedica un buen rato a recogerlas y dárnoslas o simplemente a pasearlas de un lado al otro. Sonríe. Es muy feliz haciendo esto y nos sentimos felices en nuestro trocito de playa aunque sentarse sea un suplicio.
Hace una temperatura muy agradable y hay poca gente a nuestro alrededor. Decidimos seguir paseando un rato más antes de dirigirnos al coche para ir al hotel.

Como Niza está a reventar de gente, hemos cogido el hotel a unos veinte minutos del centro en el interior. La Costa Azul es muy bonita sí, pero en verano es cara de narices y está muy llena de gente. Así que nos vamos a pasar la noche a un hotel llamado Toile Blanche en las afueras de Saint-Paul-de Vence. Llegamos ya a eso de las nueve, hora peligrosa para que a uno le den de cenar en Francia pero nos acogieron estupendamente en el hotel y nos dijeron que esperarían por nosotros. El hotel realmente es otro B&B consistente en una casa muy bonita llena de arte y con un jardín y una piscina que sólo infundían relax y paz. Las vistas de las casas del pueblo desde la ventana eran otro plus. Así pues nos pusimos nuestras mejores galas (que a estas alturas del viaje no es que fueran muchas) y bajamos a cenar. El servicio fue un poco lento pero, quitando eso, la cena fue maravillosa. Luz ténue, una comida fabulosa y el ruido del agua corriendo. De primero yo tomé unos espárragos verdes con menta y queso de cabra deliciosos y de segúndo yo tomé pechuga de pintada a la plancha con salsa de hinojo y Bea una lubina en papillote de chuparse los dedos. De postre, que era todavía mejor, yo un postre de queso con trocitos de merengue y albaricoque del huerto del hotel y Bea tomó yogur con miel de lavanda. Durante la cena Cloe enamoró a nuestros vecinos de mesa y estuvimos hablando con ellos. Por el acento no di adivinado de dónde eran, probablemente americanos o canadienses. Muy simpáticos se quedaron enamorados de la niña y nos dijeron que si se despertaba de noche la llevásemos a su habitación que ellos dormían muy mal y se quedaban jugando con ella. Terminamos de cenar realmente tarde así que simplemente nos dimos un relajante baño en la habitación y nos fuimos a dormir.

jueves, 3 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 12: Turin.

Hoy por la mañana amanecimos como terminamos el día de ayer, lloviendo. Pero parece que el tiempo hacia nuestro destino mejora y no lloverá. Le damos el desayuno a Cloe y nosotros desayunamos a base de barritas de cereales que siempre llevamos con nosotros para el viaje, a falta de desayuno en el hotel. La habitción tiene kettle así que nos hacemos unas infusiones para acompañarlas. En España no se lleva mucho pero en otros países de Europa sí es normal que haya kettle en las habitaciones y unas cuantas infusiones de cortesía acompañadas por un poco de azucar. Salimos hacia Turín con el tiempo amainando y con ganas de pasear.

Por el camino nada reseñable. No demasiado tráfico una vez salvada la salida de Milán y con todo el tráfico en sentido contrario, con un atasco terrible. Llegamos a Turín y vemos una ciudad muy distinta a Milán. Más pequeña y asequible para acceder a ella en coche y no tan bulliciosa. Ojo, que no estoy diciendo que no tenga vida, todo lo contrario. Simplemente parece que las cosas discurren a otro ritmo aquí. Se ve menos turismo y más gente local por las calles. También se ven menos coches y el tráfico es más pausado. Aparcamos en un parking del centro, en la concurrida plaza Castello.
De allí parten las principales arterias comerciales y está muy cerca de nuestro principal objetivo en la ciudad, el museo egipcio.
Como ya era casi la hora de comer, paramos a hacerlo en un restaurante muy recomendado de la zona, el restaurante Tabernalibraria. Comimos en una terraza de esas que les gusta hacer en muchos países de europa dónde no hay sitio en las aceras, y es ponerlas sobre las plazas de aparcamiento haciendo un cerrado. Si señores, se cargan un par o tres plazas de aparcamiento, ponen un cerrado con un suelo de hormigón y allí van las mesas. La acera queda libre y consiguen terrazas en sitios donde de otra manera no sería posible. En una de esas nos tomamos una estupendísima salchicha de la zona a la parrilla con una riquísima salsa de mostaza y Bea un entrecotte que quitaba el hipo. Yo me tomé un postre de mascarpone con melocotón aceptable, sin ser nada muy especial y un expresso. El total exactamente no lo recuerdo, pero otra vez por debajo de los 30€. Muy recomendable el sitio pero, eso sí, como viene siendo costumbre, hay que armarse de paciencia.
Desde allí nos fuimos al museo egipcio, con un viento levantándose que nos olia a lluvia. El museo está en obras y hay partes a las que no se puede acceder, pero aún así merece mucho la pena. Están con unas obras de ampliación y remodelación que harán que pase de tener dos plantas a tener cinco. Tal era la cantidad de material que tenían almacenado y que no podían mostrar. Para que os hagáis una idea el museo, con dos plantas, era el segundo más grande del mundo dedicado al arte egipcio tras el de El Cairo. Pagamos 7,5€ por cada uno de los adultos y entramos. Primero se va a la planta de abajo.
Allí hay estatuas pequeñas, sarcófagos y papiros. Los más grandes son versículos del libro de los muertos profusamente ilustrados.
También hay muchos objetos comunes como sandalias, amuletos, cofres... A continuación se sube de piso y se pueden ver más sarcófagos con sus respectivas momias, pero lo más espectacular está cerca de la salida.
Allí, dos salas enormes llenas de estatuas gigantes nos dejan ver la maravilla que era el antiguo egipto.
 Muy contentos con la visita nos vamos de tiendas por Turín, ya que al final no llueve.
En Turín las calles principales para comprar son la via Roma, la via Po y la via Giuseppe Garibaldi. Las dos primeras nos recordaban a Milán. Soportales y suelos de mármol para albergar todo tipo de negocios. Nos tomamos los mejores polos que hemos probado en años mientras paseábamos tranquilamente mirando tiendas.
Aquí no se ve tanta separación por zonas como en Milán, donde los negocios más modestos no estaban al lado de las grandes firmas como aquí.
La via Garibaldi sí era más la típica calle de comercios peatonal de suelos empedrados que podemos ver en muchos otros sítios de Europa. Sin mucha fortuna con las compras paramos en un supermercado a comprar un yogur para acompañar a la fruta de la merienda y algo de agua.
Aprovechando que salía de nuevo el sol le damos la merienda a Cloe en una bonita plaza sentados en un banco y disfrutando de la temperatura.
He de decir que Turín nos ha gustado. Es una ciudad asequible para el visitante, se ve más vida local y es muy bonita. Puntualizando he de decir que esta zona de Italia es un poco deprimente, y se supone que es la parte rica. Se ve mucha decadencia en la falta de mantenimiento de los eficios, incluso en las partes ricas de la ciudad. No se ve un nivel de decadencia tan alto como el que puedes encontrar en ciudades como Oporto, pero seguimos encontrando aquí un aire triste y melancólico que nos dan los tonos pastel de la ciudad. Así como esos mismos tonos en una ciudad como Niza ensalzados por el sol del Mediterráneo y perfectamente cuidados animan, estos son bastante tristes.

De Turín salimos a hacer algo más de una hora de carretera en dirección a Cuneo. El hotel lo habíamos cogido en dirección a la frontera francesa por el camino más corto en distancia pero aproximadamente el mismo en el tiempo. Decidimos entrar en Francia por la parte más meridional de los Alpes, atravesando la parte de la cordillera que está pegada al mar. Así que esta noche buscamos hotel cerca de Cuneo, la última ciudad con algo de importancia antes de introducirnos en las montañas. La cosa ayer no pintaba muy bien y acabamos en un hotel llamado La Ruota. La puntuación en booking del hotel me da la risa. Mira que me fío bastante de ella, pero es que o bien los visitantes tienen un gusto muy dispar al nuestro o bien la han manipulado estupendamente. Hay que decir que el hotel seguro que en su día fue un gran hotel, pero su día fueron los años 70. Las habitaciones son enormes, pero con un estilo cutre y hortera que parecía retrotaerse a esa década. Jarrones enormes con flores de tela, sofás con estampados florales y alfombras horribles por doquier (hasta en el gimnasio, según una foto colgada en el ascensor...). La wifi iba a pedales y la cama era incomodísima. Al menos sólo la cagamos con un hotel en este viaje... En fin, que nos quedamos de nuevo en la habitación buscando hotel en Niza y decansando que mañana toca otro día de viaje intenso.