martes, 4 de diciembre de 2018

Nueva Zelanda en caravana - Cruzando el estrecho de Cook

Nos despertamos hoy en el aparcamiento del pub, viendo patos en la laguna y caballos en la finca de al lado. Hicimos un desayuno rápido y nos dirigimos de nuevo a la costa, con ganas de tocar el Pacífico.

Cuando lo alcanzamos paramos a tocarlo (y coger alguna piedra más) y a hacer unas fotos entre las rocas, mientras las gaviotas nos vigilaban de cerca. Todo esta costa es pedregosa y salvaje, casi no hay nada más que la carretera y la vía del tren.





Tras superar unas cuantas obras que nos hicieron avanzar lentamente, paramos un rato en una playa que tenía algo de arena. La verdad es que en esta parte de la costa brilla por su ausencia. Ahí ya si que nos atrevimos y estuvimos un rato con los pies en el agua, jugando con las olas, saltando y haciendo fotos.



Cuando nos cansamos, avanzamos dos minutos y paramos a comer en un café llamado The Store. El sitio es muy chulo y hasta tiene un jardín con una cama elástica, imaginaros lo que le gustó a Cloe. Comimos comida de café, unos huevos con bacon Cloe, yo una especie de croquetas de jalapeños y Bea un hamburguesa. Bien llenos seguimos camino hacia Picton.

Picton es el puerto en el que coger el barco que cruza el estrecho de Cook. Todo el nordeste de la isla sur está formado por fiordos, no tan espectaculares como el de Milfford Sound, pero siguen siendo chulos. Son más bajos y menos salvajes, pero se siguen disfrutando. Es una pena no tener más tiempo y poder ir a recorrer el norte de la isla sur, pero quedará para un viaje futuro.

En Picton paramos menos de una hora, a hacer dos compras e ir a la terminal del ferry. Nos tuvieron casi una hora esperando para embarcar, pero finalmente metimos la caravana en el buque. Subimos y estuvimos fuera un rato viendo la salida de los fiordos. Hoy hace mucho viento, y casi salimos volando fuera. Una vez el barco se alejó de la seguridad del fiordo, prohibieron estar fuera. No es que el mar estuviera especialmente mal, pero el viento arreciaba. 







Tras tres horas de travesía, la mitad de ellas un tanto escorados por culpa del viento, llegamos a Wellington, la capital de NZ. Aquí, en un aparcamiento en el centro en el que pueden pernoctar las caravanas, nos quedamos esta noche ventosa.

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