miércoles, 20 de agosto de 2008

Lisboa, día 3

El tercer día comenzó como el segundo, con un desayuno homenaje de los que hacen época. Tras abandonar el hotel fuimos hasta el monasterio de los jerónimos, en Belem, a comprar pasteles en la pastelería más famosa de la ciudad, dónde hacen los pasteles de nata más ricos. La cola era bastante grande, pero parecía que se movía, así que esperamos para poder traernos unos pastelillos para el viaje, familia y amigos. Buyo también compró algo de café que olía muy bien, a ver que tal sale.

Salimos de Lisboa en dirección a Estoril. Recorrimos el pueblo en coche y fuimos a Cascais. Allí, en una feria de artesanía nos compramos Bea y yo un juego de té vietnamita precioso, lacado por fuera con cásacara de huevo. Al lado de la feria Bea vio un sitio donde alquilaban Segways, y allí fuimos ella y yo. Alquilamos un par de ellos media ahora ay, mientras Buyo y Rosa tomaban algo en una terraza (pedazo de día que hacía) nos recorrimos el pueblo. La verdad es que estos cacharros son una maravilla, muy manejables y bastante rápidos.

Salimos de Cascais en direccion a la Boca del diablo, un bonito acantilado. En el sitio había las típicas tiendas para guiris y un par de chiringuitos donde probé una rica bebida de mango que tenía un gas parecido al del kas manzana. Cuando nos cansamos fuimos a Sintra, cogiendo una buena caravana por el camino.

A Sintra fuimos con un claro objetivo, ver o Palacio da Pena. El palacio está rodeado por unos jaardines realmente brutales. Por haber hay hasta sequoias, ginkos... Es como un gran jardín botánico, realmente enorme. A medio camino del alto hay un palacio inspirado en los castillos del sur de Alemania. El castillo es amarillo y rojo, con detalles por todas las esquinas. Desde pequeñas filigranas en la piedra a bonitos azulejos. No pagamos la entrada al interior de palacio porque íbamos un poco justos de tiempo, pero los exteriores merecieron mucho la pena.

Ya sólo quedaba volver hasta Coruña, otros seiscientos km con mucho tráfico, pero la verdad no me importó lo más mínimo, ya que el fin de semana ha merecido mucho la pena.

Lisboa, día 2

El segundo día nos levantamos y nos arreglamos para bajar a desayunaar a eso de las nueve y media. El desayuno, simplemente espectacular. Había muchísima variedad de fruta, bollos, panes, zumos y comida caliente como tomates asados. Uno de los mejores desayunos de mi vida, la verdad. Los planes del día incluían ver la torre de Belem y el monasterio de los jerónimos, así que para allí fuimos, en medio de un día gris pero caluroso. Compramos una tarjeta que incluye todos los viajes que quieras hacer en el día en cualquier transporte público por unos 4,20€ y cogimos un bus hacia la plaza del comercio, de donde salen muchas líneas. Allí cogimos un tranvía en dirección a Belem, no sin antes flipar de lo rápido que van los buses por la ciudad.

Hay una parte que hay que sufrir con respecto al Tajo en Lisboa y es que la ciudad no está pensada para mirar hacia el río. Así, muchos edificios tienen sus entradas en la parte contraria a lo esperado y lo peor, hay una vía del tren que sigue el río y para cuzar a ver ciertas cosas hay que andar muchísimo para encontrar una pasarela peatonal. Tras ver la bella torre de Belem, que estaba llena de turistas, fuimos al monumento a los descubridores. Pues bien, este bonito monumento, está prácticamente enfrente de los jerónimos, pero hay que caminar un km hacia cualquier sentido para poder atravesar las vías. La verdad es que cabreaba un poco. Tanto la torre como el monumento son preciosos, y de los jerónimos que voy a contar... No entramos, pero por fuera es una maravilla.

Cansados de caminar descansamos en un banco de un parque aledaño al convento. Tras conseguir finalemente interpretar los mapas de trasanporte público, finalmente encontramos la forma de coger el famoso tranvía 28. Este tranvía sale en todas las guías turísticas, ya que pasa por el barrio alto y, dando la vuelta en redondo, atraviesa el centro para subir por el barrio de la Alfama pasando por el Castillo de San Jorge. En medio de la subida (parecía una mantaña rusa aquello) nos bajamos cerca de unas terracitas de barrio alto. Buyo y Rosa entraron en una librería a hacer unas compras mientras nosotros tomábamos algo. Con lo que habíamos desayunado no apetecía mucho comer, así que picamos algo en la propia terraza. Tras descansar cogimos otra vez el 28 para ir al castillo de San Jorge, que se eleva en un lado de la ciudad.

Tras pagar la entrada recorrimos los jardines que hay en los alrededores del castillo. Dimos unas vueltas alrededor antes de entrar. En interior merece la pena por las vistas desde lasa murallas, aunque sea un peligro dado que uno de los lados tiene una altura mínima en la que es fácil tropezar sin no se tiene algo de cuidado. A eso de las seis bajamos en un microbus en dirección a la estación de metro más cercana para poder llegar rápidamente al Parque de las Naciones, antigüa sede de la expo.

Allí la idea era ir al oceanario de Lisboa, que según publicitan, es el mayor de Europa. Llegamos a tiempo por los pelos, porque cierra a las 8 y la última entrada la venden a las 7. A lasa 7 menos 5, entramos. El acuario es genial, con un tanque central inmenso donde hay atunes, tiburones, un pez luna enorme... Además hay un ecosistema de cada uno de los cuatro océanos. A las ocho y cinco nos fuimos dar una vuelta por la explanada buscando dónde cenar. Nos metimos a hacer algunas compras en un centro comercial pegado a la estación y nos llevamos la sorpresa de que en Portugal los comercios tienen un horario muy amplio si les da por ahí. Las tiendas del centro comercial cerraban a las doce de la noche. Tras hacer unas compras y mirar si había donde comer, decidimos bajar a los alrededores de la plaza Rossio a ver si veíamos algo abierto.

Como llegamos a eso de las diez y media, que yaa es muy tarde para Portugal, no encontramos nada decente y aacabamos cenando en un chino de buffete basatante cutre pegado al elevador de Santa Justa. Tras eso, un paseito y pillamos un bus para el hotel, que estábamos muy cansados.

Lisboa, día 1

Salimos de Coruña a eso de las 9 de la mañana, tras recoger a Buyo y a Rosa. Más de 600 Km nos separaban de la capital lusa, asaí que, como dice el chiste, paciencia y saliva. Por el camino coches y más coches. A la altura de Oporto encontramos dos caravanas en la propia autopista, seguro que la mitad de la gente iba al Ikea, y la otra mitad a la playa. Para comer paramos en Coimbra, por aquello de que quedaba prácticamente de camino.

Poco vimos la verdad de la ciudad. Paseamos un poco las calles principales para comer al lado de una iglesia en una pizzería. Tras un par de platos de pulpo, una sopa, una pizza y unos filetes de pescado rebozados, paseamos un pelín la comida antes de hacer otros doscientos km. En la autopista mucho tráfico, sobre todo entrando en Lisboa. Es como Alfonso Molina pero diez veces más largo. Por el camino me fijo en que un gran pocentaje de los quitamiedos tiene protección para los motoristas, ¡manda huevos!

El GPS nos llevó una vez mas hasta el hotel. La verdad mucha pérdida no tenía, ya que el hotel Sana Lisboa Park está situado al lado de la plaza Marqués de Pombal, en pleno centro de Lisboa. Hacía un día estpendo, con unos 28 grados y un sol radiante. Tras dejar las maletas en la habitación y el coche en el parking del hotel, partimos boulevard abajo hacia la plaza Don Pedro IV, más conocida como plaza Rossio dado que está al lado de la estación de tren que lleva ese nombre. A la derecha podíamos ver el famoso elevador de Santa Justa. Paseamos un poco por las calles comerciales de los alrededores antes de ir a la Plaza del comercio. Todas las plazas de esta zona tienen bonitas fuentes, estatuas o arcos. Por el camino también aprovechamos para tomar un piscolabis, los famosos pasteles de nata (aunque no se porque ese nombre, si son de crema) y ver algunas de las tiendas de la zona que estaban abiertasa a pesar de ser festivo. Sin saber que hacer, ya que era tarde, pensamos en ir a cenar a unas terrazas que nos habían contado que estaban bajo el puente 25 de abril.

Pensando como llegar miramos las líneas de buses y hasta nos planteamos coger un taxi. Al final, echándole pelotas, fuimos andando. No sabíamos donde nos metíamos ya que aunque el puente no parecía estar muy lejos, es realmente grande. Mirando ahora en el mapa había algo más de 5 km. Tras la dura pateada, nos relajamos cenando en una terrazita al lado del tajo. Buyo y yo disfrutamos de un rico gazpacho de entrante. De segundo cayeron dos bacalaos a la parrilla muy ricos, una ensalada con salmón ahumado y queso feta, y un arroz de langostinos y rape. De postre una crema de mango, un helado de chocolate con menta y una tarta de manzana con helado. Tras una larga sobremesa cogimos un taxi y a descansar al hotel.

martes, 12 de agosto de 2008

Hacia el sur

Después de un par de tristes y convulsos meses, vuelve el gusanillo de meterse kilómetros entre pecho y espalda. A falta de días de vacaciones (Bea todavía no puede) y con grandes espectativas de continuar el viaje anterior donde lo habíamos dejado (incluyendo volver a Gstaad, que lo disfrutamos a medias) nos vamos de escapada de fin de semana largo, aprovechando el puente. El destino elegido, Lisboa. Espero que la ciudad cumpla las espectativas. Es poco tiempo os mantendré informados, aunque me da que esta vez será a la vuelta.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Día 12: Se acabó

En fin, se que muchos de vosotros os estareis preguntando porqué hace un par de días que no escribo, y con razón. El día 10, recibí una llamada de mi familia informándome de que mi madre estaba hospitalizada, así que decidimos regresar, haciendo dos días de ruta a toda hostia desde Gstaad. Por el camino nos acogieron Flo y Carmen, a los que tengo que darles gracias mil por su hospitalidad, realmente han sido magníficos huéspedes y espero que el vino esté bueno, ya nos contareis. Os dejo por una temporada, no tengo ni idea de cuando continuarán nuestras aventuras, así que sólo me queda dejar aquí un hasta luego....

Por si os interesa, los víajes del día 11 y 12.

lunes, 26 de mayo de 2008

Día 9: Chateu de Chillon - Gruyéres - Gstaad

Buff, vaya día más cojonudo el de hoy, En primer lugar salimos del hotel (esta vez tocaba uno baratito después del luzajo de Zürich) camino de un castillo gótico que hay entre Lausanne y Ginebra. Me ahorraré los detalles porque la parte más bonita del castillo estaba siendo restaurada así que no hice más que una foto y nos fuimos camino de uno de los castillos más emblemáticos de Suiza, el Chateau de Chillon.

Este bonito castillo está situado en un extremo del lago Leman, en un lugar dónde la montaña se junta con el agua. Aparcamos el coche en una zona azul a la antigua usanza (de las de poner una ruedecita con la hora) y decidimos entrar dentro a verlo sala por sala. Tras pagar unos 14€ de entrada por los dos, fuimos viendo como vivían en aquella época, y este castillo, a diferencia de los de Francia que sufrieron la revolución francesa, tenía muy bien conservados elementos de los momentos de mayor esplendor del castillo (allá por el siglo XIII). Nos pasamos más o menos dos horitas deambulando antes de partir hacia el siguiente objetivo, Gruyéres.

Nada más llegar, tras subir la colina a pie, lo primero fue tomarnos unos helados magníficos, yo de melón y naranja sanguina y Bea de amaretto y lichis. Este pueblo, no sólo es famoso por el queso, sino que también es muy conocido por ser un pueblecito medieval encantador, en lo alto de una colina, y por poseer un castillo magnífico. Ahhhh, amigos freaks, también es conocido por ser el pueblo dónde se aloja uno de mis diseñadores favoritos desde mi adolescencia, H.R. Giger. Giger es principalmente conocido por ser el diseñador del monstruo de la saga de películas Alien, aunque ha hecho bastante más diseños para el cine, incluyendo unos maravillosos pero descartados diseños para la película Dune. Como buen freak que soy fuimos al museo a ver sus originales, en su mayor parte acrílicos, en los que no hay color con verlos en un libro de ilustraciones, sobre todo por la sensación de profundidad que producen. Además, otra de las joyas de la corona, es un conjunto de sillas y mesa de madera conocidas como la mesa Harkonen. En fin, tras salir del museo decidimos ser más freaks todavía e irnos a tomar algo al bar del museo, que tenía una decoración espectacular con unas sillas imitación al juego Harkonen. Partimos camino del mayor lujazo del viaje, el Gran Hotel Bellevue, en Gstaad.

Camino del hotel ya íbamos disfrutando de las vistas. Las montañas, de unos 2000m, rodeaban una bella carretera que serpenteaba por el valle, entre chalets alpinos, ganado y el tren. Nada mása llegar al hotel, un botones nos cogió las maletas y nos acompañó a recepción. Allí fuimos agasajados con una copa de champagne de bienvenida mientras nos preparaban el check-in. Cuando acabamos de tomar las copas nos acompañaron a la habitación y nada más entrar flipamos. Una cama acojonante, una tele brutal y un baño, que nos hizo doblarnos de la risa. ¡La taza del vater tebía manual de instrucciones! Fue la risa. Resulta que cuando acabas con tus cosas, mantienes apretado un botón con el codo y te echa un chorrito para limpiarte el ojete, con perdón. Cuando acaba, sale un secador que te seca el susosdicho xD. Todavía nos oyen descojonarnos. Y es un invento suizo! En cuanto acabamos de flipar bajamos a la zona de spa, para flipar más todavía. Elegimos unos masajes para mañana y, como ya me habían advertido comentarios por internet, la zona spa de este sitio es nudista, así que toca ir en bolas xD. Bueno, vas en albornoz, pero todas las saunas son mixtas y vas en pelota picada. Echamos un primer vistazo a las diversas saunas, todas con grados de humedad y temperaturas diferentes, y nos decidimos por un baño de vapor a 45º y 100% de humedad con aroma a eucalipto, que nos dejó en plena forma. Tras acabar allí fuimos a una sauna finlandesa, en el exterior. Allí nos tumbamos en el interior un rato y luego salimos a refrescarnos hacía unas zonas que tienen en varios sitios en el spa con fruta fresca e infusiones gratuitas. Tras tomarnos un te tumbados fuera, subimos a la piscina, dónde nos metimos un rato en el jacuzzi y nadamos en la piscina, que tenía los laterales del techo iluminados con leds que cambiaban de color cada cierto tiempo poniendo el agua de ese color, era precioso. Para terminar, una sauna húmeda light y para bajar el calor, una especie de nevera dónde te metes y hay hielo para pasarse por el cuerpo. Deprisa corriendo subimos para vestirnos e ir a cenar.

La cena fue otro punto y aparte. El hotel tiene dos restaurantes, uno con comida más tradicional y otro más innovador. Al final tiramos por lo tradicional, que no por ello menos rico. Para empezar pedimos foie a la plancha con mango para compartir, y de segundo Bea loup de mer con verduritas y yo cordero confitado (me entró hambre viéndolos correteando por Gruyéres). Mientras esperábamos nos trajeron pan y una especie de nata salada para untar. Después nos trajeron un mousse de roquefort con caviar. Huelga decir que estaba todo buenísimo y en sus punto y que el trato fue del máximo nivel, nos atendió la Maitre que hablaba castellano. De postre Bea tomó trocitos de fresa con vainilla con sorbete de albahaca y una galletita de balsámico y yo tomé un pastel de chocolate con leche y frutos rojos. Tras acabar el suculento postre nos fuimos a dar un paseo por el jardín antes de subir a la habitación. Mañana toca día de relax, que hay que cargar pilas para seguir el viaje. Como nota informativa, llevamos 3100Km.

La ruta aqui.

sábado, 24 de mayo de 2008

Día 8: Solothurn - Bern - Freiburg - Lausanne

Salimos hoy de Zürich con intención de acabar el día en el Lago Leman, pegados a la frontera con Francia en el oeste. La idea en estos momentos es ir rodeando Suiza por el norte, dormir en Laussane hoy, pasar dos días por la zona de Gstaad y acabar por el sur la vuelta a Suiza.

En fin, que salimos por la mañanita camino de Solothurn, capital del cantón homónimo. La guía visual del País Aguilar no nos está gustando demasiado. Quizás para alguna gente que los sitios no estén puntuados y que te guíes por las fotos pueda ser bueno, pero para nosotros no. El problema surge cuando las fotos no están demasiado bien escogidas. Ese fue el caso de Solothurn, dónde cualquiera de las fotos que he hecho yo (y me considero extremadamente mediocre fotógrafo) son mejores que las escogidas en la guía. Realmente lo de tener mapas con los sitios con colores según su importancia puede ser más atractivo que esta guía que me está pareciendo insulsa y desordenada. En fin, a lo que vamos. Solothurn es una preciosidad de ciudad barroca, con un montón de rinconcitos en los que pararte a mirar edificios, fuentes o estatuas. Además es una ciudad con un centro histórico muy tranquilo, con una cantidad de turistas prácticamente nula, y llena de gente amable. Nada más aparcar el coche en zona azul, nos dirigimos hacia el centro guiados por las agujas de la catedral neoclásica. En Suiza los comercios cierran pronto los sábados, a eso de las cinco de la tarde, así que fuimos en busca de caprichos. Lo primero es lo primero, y había que comer algo, así que nos acercamos a una pastelería con una pinta magnífica. Yo me compré un pastel de melocotón y Bea un pastel de chocolate riquísimo. Más adelante vimos unas terracita que tenía comida para llevar. Nos cogimos una salchicha de pollo que era servida en un cartón con un poco de mostaza y un cacho de pan. Llovía un poco, (no como en Coruña!) pero en Suiza parece que a nadie le importe. Quizás sea porque casi no hay humedad a pesar de la lluvia, con lo que la gente si llueve poco pasa de llevar ni siquiera una cazadora. Paraguas creo hemos visto un par de ellos nada más, aunque es cierto que no nos ha llovido de verdad todavía. Paseamos y callejeamos, y Bea se compró unas zapatos y un vestido muy chulos. Cuando se nos acabó la zona azul partimos camino del siguiente destino, Berna.

El centro Berna está lleno de edificios antiguos todos del mismo color, con las calles llenas de banderas con los escudos de la ciudad, simpre representada por los osos, que son el símbolo de la ciudad. Dejamos el coche en un parking del centro y nos fuimos a pasear, que ya quedaba poco para el cierre. Al poco de caminar nos metimos en una tienda de 5 pisos de material deportivo, a ver si encontraba unos pantalones de monte, que me di cuenta que no llevaba ninguno y todavía contmos con hacer algo de senderismo. No os penseis que era enorme, ya que las plantas eran pequeñas, pero en Berna cada casa es una tienda o un conjunto de ellas, que muestran sus productos en vitrinas de la calle para que luego vayas al piso dónde se encuentran. La tienda tenía un curioso ascensor que no paraba si no que te subías en marcha. El material dentro era cojonudo, pero muy caro. Las botas de montaña eran lo mejor de todo, super rudas y con pinta de aguantar una subida al Cervino sin despeinarse, pero no bajaban de 200€. Pensamos también en pillar unos bastones, pero tampoco bajaban de 120€ la pareja, así que habrá que buscar un decathlon en Suiza o algo xD. La ciudad estaba llena también, de pastelerías con una pinta que si viviera aquí engordaría a kilo por semana. Recorrimos arriba y abajo el centro para acabar en la catedral, sentarnos un ratito, y salir en dirección a Lausanne.

De camino al hotel, paseamos en coche por el centro de Freibourg (la de Suiza, no confundir con la que está en Alemania), que tenía una pinta magnífica, pero nos quedamaos sin tiempo. Por el camino hacia allí escapamos de la autopista y fuimos por una carretera por enmedio de granjas con vacas cargadas de pesados cencerros que pastaban por serpenteantes colinas. Recorrimos también Lausanne en coche, pasando por delante de la catedral y bajando hasta el lago, aunque en comparación con el resto de las cosas que vimos a lo largo del día no nos pareció gran cosa. Ahora a descansar en el hotel viendo, como buenos freaks que somos, Eurovision.

La ruta de hoy, creo que la pondré aqui.

Día 7: Zürich

Salimos por la mañana, tras desayunar en el hotel, camino de Zürich. La idea era ver la ciudad y tomarse el asunto de forma relajada, que los días en el camino a veces pesan un poco, y ya nos tardaba llegar al Spa de Gstaad el domingo. Así pues, ayer cogimos un buen hotel cerca del centro de Zürich, que al final ha resultado ser un sitio muy moderno con una habitación estupenda, aunque no tenga vistas.

Antes de coger la habitación, como era pronto, nos fuimos al jardín chino, un regalo de un pueblo de China a Zürich como regalo por haberles hecho el alcantarillado y el suministro de agua potable. El jardín era pequeño pero muy bonito, y nos pasamos un buen rato mirando para cada detalle. Cuando nos cansamos subimos al hotel y, tras ver que no comentabais nada (será por la lluvia, que parece que os llueve), bajamos a dar una vuelta por el centro comercial anexo, que era bastante espectacular. Recorrimos muchas tiendas para gente "normal" (nada que ver con las tiendas del centro de Gucci y Rolex), descubrimos que Jaime Oliver tiene una linea de productos (incluyendo sartenes Tefal, cominaciones de especias, mandiles...) e hicimos una compra de comida en el supermercado, incluyendo como no fiambres, quesos y galletas, que hay que cuidarse!

Subimos la compra al hotel e hicimos una merienda-cena antes de bajar a pie hasta el centro. Allí paseamos un poco por la orilla del lago, subimos por los bordes del río para ver las iglesias que lo bordean, y tras perdernos un poc por la zona más rica de la ciudad, bajamos por la calle de las tiendas megahipercaras, para ver que el 90% de las tiendas de ropa tenían cosas feas y horriblemente caras.

Por último subimos en tranvía al hotel, sin saber muy bien como funcionaba el sistema de tickets y dando un rodeo de cojones porque el que cogimos se suponía que llegaba hasta el hotel pero dio la vuelta antes (supongo que ese recorrio lo hará a otra hora o dios sabe, no llevo muy bien el alemán). Así que dimos la vuelta completa (turismo le llaman) con esa línea antes de hacer un trasbordo que nos llevaría hasta el hotel a descansar a todo trapo.

Hoy la ruta es escasa, pero igualmente va aquí.

viernes, 23 de mayo de 2008

Día 6: Como - Lugano - Bellinzona - Luzern

Vaya día el de hoy... Por la mañana nos levantamos en el hotel de Como y había una niebla mañanera que nos impedía ver el lago. Desayunamos en el hotel un buffet bastante sencillito y partimos hacia Suiza. La verdad, acostumbrado al relativo orden y silencio franceses, lo poco que hemos pisado de Italia me ha parecido desordenado, y la gente ruidosa y por momentos maleducada, aunque he de reconocer que los empleados del hotel han sido muy amables. Partimos pues camino del cantón suizo del Ticino.

Me habían avisado de que las normativas y regulaciones suizas eran muy estrictas con los fiambre y quesos y que solían registrar los maleteros pero, la verdad, ni nos pidieron el DNI. No se si es que en Octubre entran oficalmente en Schengen y están relajando las cosas, pero si lo llego a saber hago alguna compra más en Francia. Al llegar llenamos el depósito, ya que en Suiza el diesel está casi al mismo precio que en España y es más barato que en Italia y Francia. Vimos un centro comercial y decidimos ir a comprar algunas cosas. Cuando fuimos al parking, nos da ticket y resulta que estaba cerrado, con lo que nos quedamos atrapados entre una puerta cerrada con llave y una barrera de parking bajada. Al cabo de un rato pareció un segureta y muy amable nos subió la barrera y nos fuimos. Resulta que más tarde nos enteramos que era festivo en Suiza, así que todos los comercios estaban cerrados. Con un poco de rabia recorrimos en coche Lugano y nos fuimos camino de los famosos castillos de Bellinzona. El tiempo seguía lánguido cayendo una lluvia muy fina. Visitamos uno de los castillos al azar y nos pareció precioso ver un castillo medieval tan antiguo (S. XII) y tan bien conservado. Dimos otra vuelta y nos dirigimos hacia el plato fuerte del día, Lucerna.

Lo primero que hicimos es ir hasta el hotel que teníamos reservado, a 3 Km del centro con vistas al lago. Tras unos pequeños problemillas con la reserva (no encontraban el email), preguntamos unas cosillas y subimos a la habitación, muy maja y con una terraza dónde merendamos el apertivo de bievenida que nos dió la recepcionista, compuesto por unos quesitos de aspecto parecido al Camembert pero más suave de sabor y un par de trozos de pan con frutos secos. Como la distancia era corta fuimos andando por un paseo que recorría la orilla del lago. El ambiente era de cuento, y el parquecito que seguía al paseo estaba lleno de flores y árboles. En la orilla del lago nadaban patos y cisnes (nada de ocas tocapelotas), y pasamos al lado de un campeonato de ¡volley playa! Que decir de Lucerna, es encantadora. Al final Nando tenía razón y todo, decidle de mi parte que le debo una. Recorrimos una y mil veces las calles, las iglesias, el puente de madera, un poco de las murallas. La arquitectura es preciosa, y quitando los coches, no se oye un ruido en la calle aunque tengas gente pasaeando o niños jugando, todo el mundo habla en voz muy baja. A la vuelta nos fuimos a cenar al restaurante del hotel gemelo al nuestro. Generalmente está abierto hasta muy tarde (cierra a las 24:00) pero hoy cerraba a las 22:00 y en vez de la carta normal tenían una más pequeña. Aun así pudimos tomar una especie de pizza de masa muy fina de salmón ahumado y un solomillo de ternera con verduras y raviollis. Estaba todo delicioso, y las vistas al lago desde el comedor hacían que todo supiera mejor. Con esto y un bizcocho....


La ruta del día, aqui

jueves, 22 de mayo de 2008

Día 5: Cannes - Nice - Monaco - Como

Hoy tocaba ver la última parte de la costa azul, la más escabrosa (geográficamente hablando). Nada mas salir del hotel nos fuimos a despedirnos de Cannes y a recorrer el paseo de día. Había bastante ambiente, pero nada que ver con la noche anterior. Recorrimos la playa y el puerto y nos fuimos camino de Niza.

Llegamos al centro de Niza y dejamos el coche en el parking del centro. Pasamos de ir a ver ningún monumento (Lo más parecido que vimos fue la catedral ortodoxa, muy bonita, pero de de lejos) y nos dedicamos a callejear y callejear. Es una ciudad muy agradable para pasear y comprar y tomar algo en una terraza... Recorrimos las calles peatonales mirando en las tiendas, comprando alguna tontería en una tienda de delicatessens. Tras una par de vueltas, nos fuimos a ver la playa, que en la ciudad es en su mayor parte de cantos rodados. Todo está montado con casinos y chiringuitos de alquiler de hamacas. Lo que más impresionaba era el color del mar, con un azul claro muy intenso. Cuando los pies nos dijeron basta, cogimos el coche camino de Mónaco.

Decidimos hacer el camino por la costa y pasar de autopistas, ya que sólo son 20 Km. Antes de ascender pasamos por el puerto donde vimos el ferry que parte hacia Córcega, que queda para otro momento. El camino hacia Mónco fue brutal, por carreteras que serpenteaban entre mansiones al borde de acantilados desde los que se tenía impresionantes panorámicas de Niza. Al llegar al principado, aquello era un caos. Lo mejor de estas cosas es que no las planeas, porque nos dimos cuenta ayer de que este fin de semana es el gran premio. Lo primero fue buscar el circuito y recorrerlo, al menos una vez, ya que el tráfico era bestial. Estaba ya todo preparado y vallado, el ajetreo en los boxes era un no parar de mecánicos, prensa y curiosos. Acabamos la vuelta y fuimos a comprar al ¡Carrefour Mónaco! Hubo que darse algo de prisa, porque la primera hora de parking era gratis, pero luego costaba 3€ veinte minutos. Compramos unas pocas provisiones (poco se puede meter en Suiza) y comimos en un sushi bar - comida rápida. Era lo más parecido al McDonalds de la comida oriental que os podais imaginar, con menús de miso y sushi por 10€. Cogimos el coche y no pudimos resistirnos a dar otra vuelta más antes de partir hacia Como, ya en Italia muy cerca de Suiza.

El camino hasta Como fue espectacular por la costa Italiana en cuanto a la carretera, donde vas durante 140Km de viaducto a tunel, de tunel a viaducto y tiro porque me toca. La verdad si se nota mucha diferencia con respecto a Francia. Las autopistas están bastante peor, en los peajes casi ni te miran a la cara mientras te cobran, en fin. Esta noche dormimos en un hotelito con vistas al Lago, en el medio del monte (la subida fue la leche, a ver como bajamos mañana...)

PD: Ya he mandado la postal desde Francia al curre. Avisadme cuando os llegue!

La ruta, adivinad donde... aqui!