domingo, 13 de mayo de 2018

Japón sin rumbo: Día 1 y 2 - Museo Ghibli y Yanaka

Hacía tiempo que no hacíamos un viaje largo. Bueno, eso si consideramos que cambiar de país de residencia no es un viaje, aunque algo si que lo parezca. Pero esto son vacaciones, de las de verdad. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid... digoooo que Singapur está relativamente cerca de Japón, nos hemos ido un par de semanas al país del sol naciente.

Y esta vez vamos sin rumbo. Nada de hiperplanificar. De hecho, a día de hoy, no sabemos lo que haremos mañana. Queremos un poco de todo. Ciudades, pueblos, lo que sea. Pero tenemos claro que sin agobios, sin querer hacer ni ver mil cosas. Simplemente callejeando y dando vueltas. Así que, con esa perspectiva, reservamos un vuelo a Osaka desde Singapur. Directo y solo 6 horas, nada de las 20 que lleva llegar desde Coruña. Unos días después de reservar el vuelo me dice Bea: "oye, ¿y si miras de coger entradas para el museo Ghibli?". Dicho y hecho. El día que abren la venta de las entradas estaba yo ahí, refrescando la ventana del navegador. Durante veinte minutos pelando hasta que fui capaz de conseguirlas. Para el día siguiente al vuelo. Auch.

Pues nada, ahí estábamos el día doce de mayo, cogiendo un vuelo de una aerolínea de bajo coste (Scoot) y volando seis horas hasta Osaka. Un vuelo sin incidentes en un avión la mar de cómodo. Una vez salimos del aeropuerto, canjeamos el Japan Rail Pass y nos cogimos un tren a la estación de Shin-Osaka, para luego coger un Shinkansen a Tokio, para luego coger la Yamanote line y llegar al apartamento reservado cerca de la estación de Tottori. Muuchas horas después, pero bueno, la verdad es que fue bastante bien. Sólo pudimos coger un poco de comer antes de subirnos al primer tren, pero en el segundo ya nos comimos un tradicional bento. Así que tras un buen baño, a la cama. Día de viaje y toma de contacto con la eficiencia japonesa. Tan a gusto.

Hoy amaneció con el cielo gris plomizo. Las previsiones eran de lluvia, un fastidio. Aprovechando que todavía no llovía nos fuimos a dar una vuelta por el barrio de Yanaka. La verdad es que hay turistas, sí, pero muchísimos menos que en otras zonas de Tokio.  El barrio es una maravilla. Escondidas entre sus callejuelas encontramos tiendas muy especializadas en pequeñas cosas, de eso que todavía hay en Japón. Desde la que vendía todo cosas relacionadas con gatos, la de las postales 3D de papel, la que vendía galletas artesanales, la de los zapatos de marca desconocida, la que tuesta su propio café. Esto entre templos y cementerios budistas y un ambiente de barrio muy relajado. Con sus pequeñas izakayas y sus mini restaurantes con muy buena pinta.  Eso y el parque infantil con su reloj a la vieja usanza.
 






Y así pasó la mañana, deambulando. Decidimos ir andando parte del camino hacia el museo Ghibli. Nuestra entrada era a las 4 de la tarde (tienen horarios) y el trayecto pasa por Shinjuku. Así que paramos allí para dar un paseo, comprar unos sellos y buscar donde comer. No me preguntéis como se llama el sitio porque el nombre estaba en japonés y no sale en el GMaps (maldición). Maravillosa comida por un precio ridículo, no puedo decir más de mis udón.



Cloe nos sorprendió durante el paseo. Estábamos delante de una máquina de bebidas con muchas cosas en japonés con buena pinta. En esto Cloe nos dice "quiero agua y es esa botella de ahí porque el último carácter es agua en mandarín". Los kanjis japoneses tienen origen chino y, aunque la palabra en cada idioma se lee diferente, el significado del carácter es el mismo. Tras comprobarlo con google, sí, el carácter es el de agua 水. Manda narices, yo que pensaba que la niña no aprendería nada de mandarín y parece que poco a poco va aprendiendo cosas. ¡Bien por ella!


Lloviendo y lloviendo cogimos el tren hasta la estación de Mitaka, donde se coge el bus hasta el museo. La lluvia deslucía un tanto todo, pero qué le vamos a hacer. Nos hubiera gustado dar un paseo con calma por la zona, pero no pudo ser. Del museo pocas fotos hicimos porque está prohibidísimo hacer fotos dentro. Sólo os puedo contar que no os va a defraudar si sois seguidores de Miyazaki. Está muy basado en contar como es el proceso de desarrollo de una película de animación. Primero enseña la base de como se originó la animación, con algo tan sencillo como mover páginas o el efecto estroboscópico. Después enseña muchos trabajos originales de los fondos de las películas del estudio. Son una pasada. Poder ver esos pequeños cuadros pintados a mano y poder admirar los trazos. Podría pasarme horas allí parándome en cada uno. Luego explica  como se hacen los acetatos que es lo que está animado sobre esos fondos y como es el proceso desde el storyboard hasta el resultado final. Y todo eso en preciosas salas decoradas hasta el último detalle.


 Y el gatobus. Eso a Cloe le entusiasmó. Un gatobus de peluche como de cinco metros, lleno de duendes del polvo, en el que niños en grupos podían jugar un rato. Dos veces fue, y diez más habría ido si no cerrasen el museo a las seis. Eso y una réplica de la cocina de Totoro. Sólo dos horas, pero podría haber sido alguna más si hubiésemos podido. Muy muy recomendable si sois fans de la animación japonesa. Ya sólo por el edificio en si mismo y la magia que desprende, merece la pena.


Al salir de allí, poco más hicimos. Volvimos hacia Shinjuku y dimos vueltas cerca de la estación. Hacía un día de perros con una lluvia desapacible. Decidimos cenar en una Izakaya en los bajos de un centro comercial y meh, normalita del todo. La gyozas ricas, eso sí, y la cerveza Kirin sabe distinta en este país. A años luz de la que llega a España o Singapur. Y con eso ya solo tocó volver a casa un baño y a descansar.

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