domingo, 20 de mayo de 2018

Japón sin rumbo: Día 9 - Castillo Nijo y Kyomizudera


Hoy salimos del hotel un tanto tarde. Ayer llegamos a las tantas y Cloe tenía que descansar. Y es domingo... Caminamos unos 20 minutos hacia el castillo de Nijo. Por el camino paramos un rato en un parque para que Cloe jugase con los toboganes y los columpios.



El castillo de Nijo no es lo que uno puede imaginar como castillo. Lo que queda en pie es la parte palaciega. El antiguo torreón ardió y no lo han vuelto a levantar. Este castillo era la segunda residencia del shogun, que simplificándolo, sería el general en jefe de los ejércitos del emperador. Fue el mismo Ieyasu Tokugawa el que lo mandó construir en el siglo XVII aunque parte ardió y se reconstruyó a finales del XIX. El castillo está rodeado por dos fosos concéntricos. Es famoso también por el ruido que hacen los suelos al andar, con un mecanismo entre las tablas del suelo. Se dice que ese ruido era para evitar que los asesinos pudieran penetrar en el palacio sin ser detectados. La verdad es que el sitio es bien bonito y poder visitarlo por dentro da una imagen de lo que era la vida palaciega en su época. Me gustó mucho el sitio.














Una vez lo terminamos de pasear, cogimos un bus hacia la zona de Kyomizudera. Sabíamos que el templo está todo cubierto por andamios y que no merecía la pena en sí mismo, pero la zona es francamente bonita y las calles aledañas, repletas de tiendas de artesanía, son una maravilla. Subimos por unas cales muy empinadas. Paramos un par de veces a coger cosas de comer. ¡Castañas asadas! Que buenas estaban. También comimos una masa rellena de pulpo y otra que queso que no identificamos muy bien como estaban hechas, pero hay que probar.


Llegamos a la cima y nos quedamos un rato viendo los templos. Que bonita luz, proyectando sombras por doquier.

 
 
 
 
 

En un punto del recorrido nos dividimos. Bea se fue a ver tiendas y Cloe y yo a explorar por el monte. Mira que le gusta a esta niña la naturaleza. Las montañas estaban espectaculares, con varias tonalidades de verde.


 
 
 

Caminamos un buen rato viendo templos y a continuación bajamos por un cementerio budista enorme hacia la zona donde está Bea.




Seguimos explorando los tres juntos las calles de Sannenzaka los puestos que aún estaban abiertos y volvimos, colina abajo, hasta la zona de Shijo Dori, que es lo que más tarde cierra en Kyoto.

 
 


Una vez allí dimos unas vueltas viendo si comprábamos algo pero fueron infructuosas. Cenamos algo rápidito y de vuelta al hotel. Mañana más.


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