sábado, 17 de octubre de 2009

Día 10: Sankt Johan - Metzinger - Tübingen - Trier

El día de nuevo amaneció gris y frío (3ºC), con rayos de sol atravesando las nubes. Desayunamos y nos fuimos, que a Bea le apetecía mucho ir a un pueblo llamado Metzinger donde hay establecidas un montón de outlets de marcas conocidas. Por el camino comenzó a llover bastante aunque cuando llegamos paró un rato. Comenzamos a caminar buscando alguna cosa interesante pero, al final, tras dos horas, no encontramos nada. Había descuentazos, pero en marcas demasiado elitistas.

Arracamos a eso de las 12:30 hacia Tübingen. Según llegamos ya vimos bicis y más bicis de los estudiantes de la ciudad (25000 estudiantes en una ciudad de 80.000 habitantes, al estilo de Santiago de Compostela, vamos). Como andamos sin portátil preguntamos en información turísitica or un "internet café" y resulta que había uno a pocas manzanas. Así que fuimos derechos y en menos de una hora encontramos un par de hoteles para estos días. Nos fuimos a pasear por el casco antigüo, paseando entre calles llenas de edificios antigüos de entramados de madera, muchos de ellos con tiendas con comida para llevar y otras tantas de ropa. Bea lleva desde que salimos buscando unos zapatos y siempre que encuentra unos que le gustan no hay su talla. A ver si conseguimos algo estos días!

Seguimos paseando y acabamos en una tienda de sombreros donde Bea encuentró uno que le gusta, después de probarse toda la tienda. Por el camino nos comimos un par de strudels, yo uno de queso feta y espinacas, y Bea uno de algo que no llegamos a saber que era y que estaba buenísimo. Antes de irnos nos pasamos por la catedral, que estaba en obras y no se podían ver de cerca las tumbas, majestuosas ellas y rodeadas de estatuas. Sólo se podían, por desgracia, observar através de un cristal. Salimos de la catedral y nos perdimos un poco al equivocarnos en un cruce de calles. Nos dimos cuenta rápidamente y encontramos sin más problemas el coche. Como se hacía tarde para ir a Heidelberg, siguiente parada en la ruta prevista, decidimos ir directos a Trier, pero parando antes en la fábrica de Ritter Sport, la marca de chocolate más famosa de Alemania. Sabíamos que había una tienda en ella y nos aprovisionamos de mucho chocolate para el viaje. Por lo demás el resto del día fue autopista tras autopista, con alguna zona sin límites de velocidad, pero muchas otras con zonas de 80, 100, 120 o 130. En Alemania en la autopistas realmente las zonas sin límite sólo son aquellas con mucha visibilidad y sin mucha concentración de tráfico de manera habitual y con pocas incorporaciones. En cuanto te acercas un mínimo a un núcleo de población medianamente grande se a reduciendo progresivamente la velocidad, y en plena circunvalación la velocidad máxima es sólo 80. La ruta, de nuevo aquí.

viernes, 16 de octubre de 2009

Día 9: Grafenhausen - Triberg - Freudenstadt - Baden Baden - Sankt Johan

Hoy el día amaneció con rayos de sol asomando entre las nubes. Fue abrir la cortina y contemplar bajo el balcón como brillaban con las luces del amanecer con los tejados de Grafenhausen. Bajamos a desayunar y la gente del hotel (muy majos ellos) nos tenían reservada una mesa que ponía "Herr und Frau García". Desayunamos como reyes unos panes estupendos (uno de ellos ultracompacto y lleno de semillas), jamón de la selva negra y nuestro ya insustituible yogur con mueslo. Nos despedimos efusivamente de la gente del hotel agradeciendo su amabilidad ya que nos hicieron sentir como en casa (hasta nos daba pena continuar el camino).

Tras meditarlo decidimos no ir a Fribourg de la que habíamos oido cosas buenas y malas y decidimos ir a Triberg. Triberg es famosa por dos cosas, sus cascadas (las más altas de Alemania) y los relojes de cuco, que los de verdad son fabricados allí a mano. Tras llegar y aparcar subimos a dar una pequeña vuelta por las cascadas, tras pagar 3€ por cabeza. Tanto la cascada como la zona estaban llenas de alemanes de comingo, paseando con su familia. Las cascadas, ya bonitas de por si, estaban rodeadas de un bosque en los que supuestamentente hay un gran número de ardillas, aunque no conseguimos ver ninguna. Tras las fotos de rigor fuimos a hacer compras, que en Alemania si que abren las tiendas en los sitios turísticos por lo que pudimos ver. La primera tienda en la que entramos estaba llena de cosas regionales, casi todas hechas de lana. Así que piqué y compré un sombrero de fieltro de lana, impermeable, que me da una pinta un tanto ridícula, pero que leches! La verdad es que había unos trajes regionales bien monos, pero eran caros de narices. La siguiente tienda estaba repleta de relojes de cuco y, la verdad, había alguno que tenía un mérito tremendo, pero el precio también era tremendo. Estuve a punto de picar en la típica jarra de cerveza de cerámica, pero de momento he resistido. Cuando nos cansamos de ver relojes nos fuimos por una carretera por el medio del bosque camino de Freudenstadt. Por el camino comimos la comida del día anterior de Suiza.

Cuando llegamos a Freudenstadt, sorpresa! Había feria en la plaza del pueblo que, curiosamente, es la mayor de Alemania. Aprovechando que había feria, los comercios estaban abiertos en su mayor parte. Paseamos y en los comercios aledaños, Bea terminó comprando un par de cosas en una tienda rara que tenía café, cafetería, cosas de mercería, zapatería y tienda de móviles en 20m2. Seguimos paseando y vimos como algunos chavales tenían chiringuitos donde vendían cosas para sacarse algo de dinero. Los había que vendían gofres, otros bizcochos, otros bebidas... Antes de irnos Bea tenía atojo de chocolate caliente (estábamos a 9ºC) y yo de tomar un trozo de tarta. Así que cada uno consiguió lo suyo y fuimos camino de Baden Baden. La verdad es que nos estamos defendiendo medianamente bien en alemán, pensábamos que tendríamos más problemas para entendernos, pero con gestos y cuatro palabras nos vamos entendiendo.

Baden Baden es una ciudad que vive básicamente de sus balnearios y hoteles. Está llena de edificios del siglo XIX, ya que fue un sitio de veraneo de la aristocracia centroeuropea. Lamentablemente ya era muy tarde y en la ciudad llovía mucho (la primera vez que nos fastidia algo el agua en el viaje, no nos podemos quejar) así que no paramos y prometimos que, a la vuelta, cuando bajemos por Francia, pararemos (está muy cerca de a frontera)

Así pues, fuimos derechitos al hotel, cerca de Tübingen, animada ciudad universitaria que visitaremos mañana. Por el camino lluvia y mucho tráfico, así que poco que contar. El encargado del hotel de hoy oyó el coche y salió a buscarnos para poder cerrar, y eran las 20:30, que así se las gastan en esta zona, menos mal que ya estamos acostumbrados. La ruta, de nuevo al final del post.

Día 8: Gstaad - Rheinfallen - Grafenhausen

Antes de nada deciros que por fin tenemos portátil y que estos días he estado escribiendo el diario en un bloc de notas, a la antigua usanza, así que ahora, desde un netbook, escribiré el resto del viaje. Así que retomamos ahora con el día 8, hace ya mucho mucho tiempo...

Hoy nos levantamos de nuevo sin portátil pero ayer reservamos hotel para tres días. En principio la idea era comprar un portátil hoy en Mulhouse (FR) pero al final pensamos que era mejor esperar y comprar el portátil en Totenham Court Road, donde seguro que hay mucho donde escoger y el windows al menos estaría en un idioma reconocible.

Así que remoloneamos un poco y nos fuimos a desayunar otro lujazo de desayuno del hotel de Gstaad. Dejamos las maletas listas para que nos las bajaran al coche y fuimos a darnos los últimos masajes. Yo probé por primera vez un masaje Thai dado por un tipo que parecía el señor Miyagui. Hora y media después tenía el cuerpo súper relajado. Bea optó por un masaje clásico de espalda y de pies. Salimos de Gstaad a eso de la una del mediodía camino de las cataratas del Rhein. Recorrimos la zona llana de Suiza que, sin ser fea, es mucho más industrial y más llena de suburbios que se podrían encontrar en cualquier ciudad centroeuropea.

Llegamos a las cataratas y tras pagar 5 CHF que vale el parking bajamos a pasear por el parque que las rodea. Paseando encontramos un restaurante que vendía salchichas para llevar, así que decidimos tomarnos un par mientras seguíamos caminando.

Las cataratas son impresionantes por la cantidad de agua que llevan y el parque que las rodea estaba lleno de árboles dorados y rojos, dando un aspecto otoñal a la vista. Pensamos en coger el barco que te llevaba a la peña que hay en el medio de las cascadas, pero ya se hacía tarde y desistimos.

Como todavía teníamos francos suizos tratamos de gastarlos e hicimos 30km para ir a Winterthur a buscar donde deshacernos del dinero en compras. Lo malo es que es sábado y en Suiza los comercios cierran muy pronto, a eso de las 17:00. Decidimos que cuando bajemos por Francia pasaremos por Suiza a gastar las divisas. Paramos a llenar el depósito (en Suiza es algo más barata que en Alemania) y compramos algo de comida en la gasolinera para cenar por si llegábamos demasiado tarde al hotel.

Partimos hacia el hotel de hoy en Grafenhausen, al sur de la selva negra (schwarzwald) . Tras 30 km por el medio de los árboles, ya anocheciendo, lleganos a un pequeño pueblo (tendrá unas 100 casas) y el GPS nos mandó directos al hotel. El hotel Landhotel Haringerhof es una chulada de hotel familiar, de madera, donde cuando llegamos vimos el comedor lleno de gente alemana comiendo. Así pues, subimos a la habitación que tenía un balconcito repleto de geranios y en el hotel se nos ofreció conseguirnos una mesa para cenar. Nos lo pensamos cosa de un par de minutos y al final decidimos aceptar y dejar la compra de la gasolinera para una mejor ocasión porque la pinta era fabulosa.

Bajamos a aventurarnos a decidir lo que cenar sin tener más que una leve idea de lo que ponía la carta que estaba completamente en alemán. Así, cuando vino la carta, ayudados por una guía de alemán de viaje, pedimos dos platos que no sabíamos a ciencia cierta que eran aunque teníamos una ligera idea. A mi me trajeron unos medallones de venado en su punto y a Bea un filete de cerdo con un corte extraño para nosotros (muy grueso) que tenía una especie de capa de pan rallado por encima aderezado con especias. Los dos tenían un acompañamiento de verduras (coles de bruselas, coliflor, brécol, col lombarda...) y a Bea le trajeron patatas fritas en un bol y a mi una especie de tortillitas redondas con puerro. Para bajar la comida yo pedí una cerveza y me trajeron una lager de la selva negra muy rica. Llenos como ceporros, tras tomar Bea una infusión
de menta, subimos a la habitación para acostarnos pronto y mañana más. La ruta, aquí.

lunes, 12 de octubre de 2009

Paréntesis

Hola desde un cyber de Tübinguen. Seguimos sin portátil, y a este paso parece que nos lo vamos a comprar en Londres, que para eso tiene una calle de electrónica al lado de nuestro hotel. Hoy solo un apunte para decir que estamos en Alemania, que llueve y que vamos camino de Bélgica.
En cuánto tengamos portatil me pondré al día con el blog, mientras tanto seguiremos con los hot spots para mirar el correo.
;)

viernes, 9 de octubre de 2009

Día 7: Gstaad

Hoy nos levantamos y, jodidos y con tristeza descubrimos que se ha muerto mi portátil Dell XPS M1330, probablemente aquejado del problema habitual de la nvidia de este portátil, así que portátil muerto al menos hasta que pueda enviarlo a la casa. El lunes probablemente compraremos un mini portátil en Alemania, que llevávamos tiempo con ganas y no queremos seguir de viaje sin portátil.

Tras el pequenho disgusto (mierda de portátil con teclado alemán que me han dejado en recepción sin enhe y con algunas letras cambiadas) nos fuimos a desayunar un poco de todo (zumos naturales, trozos de lomo de salmón ahumado, fiambre, queso, varios panes, bollería, mermelada...). Tras el opíparo desayuno nos fuimos a pasear por la calle principal de Gstaad viendo desde tiendas de precios normales (para Suiza) hasta tiendas de lujo de grandes disenhadores y joyerías a todo trapo. Entramos, como no, en mi tienda favorita de Gstaad, von Siebenthal, una tienda de accesorios de cocina que tiene de todo. Tras babear rodeado de vajillas de a 30€ el plato, ollas de 200-300€ cada una, cuchillos de 300€ y 50000 cosas para todo (miles de moldes distintos y todos los accesorios que te puedas imaginar), compramos un par de cosillas pequenhas. Si por mi fuera compraba toda la tienda, pero Bea no me dejó...

Tras hacer las compras nos fuimos a hacer senderismo. La ídea que nos propusieron en recepción era ir al lago Arlensee, una caminata de un total de tres horas. El problema fue que nos perdimos y fuimos por el camino largo, con un desnivel bastante grande (ascendimos unos 600 metros en unos 5-6 km) y no nos dio tiempo a llegar al lago porque teníamos que volver a hacer unos tratamientos en el spa. Así que, apesadumbrados con la maldición que tenemos con los lagos, nos fuimos de vuelta al hotel. Dejamos el coche en la entrada para que nos lo metieran en el garaje y nos fuimos corriendo a ducharnos y bajar. La verdad es que después de tres horas y media monte arriba y monte abajo sienta de maravilla un masaje...

Nos quedamos en la sauna hasta que cerraron a las nueve, alternando saunas y tumbados charlando a la intemperie en unas tumbonas (el frío ni lo notas tras 15 minutos a 60 grados). Tras eso nos fuimos a la habitación a comer un lujazo de cecina suiza con queso de gstaad y pan local de una tienda de abastos del pueblo.

Manhana nos vamos a alemania y hasta el lunes por la noche (si todo va bien) no podremos escribir el blog, así que no os preocupéis si no escribimos.

jueves, 8 de octubre de 2009

Día 6: Gunten - Trummelbach - Gstaad

Hoy nos levantamos y desde la ventana teníamos una bella vista de lago de Thun, aunque empañada porque estaba lloviendo (ya tocaba). No es que lloviera mucho, pero si hacía el día algo gris y contrastaba con los 26ºC de ayer. Bajamos a desayunar y nos dimos un atracón con la gran variedad de cosas que había. Nos zampamos queso, fiambre, ciruelas, pan, croissants y nuestro último vicio, yogur con muesli y frutas. Salimos del hotel con la idea de pasar la mañana en las cascadas de Trummelbach, en el valle de Lauterbrunnen. Camino a la habitación nos encontramos con dos españoles y nos hizo algo de ilusión, porque no habíamos oído hablar español en todo el viaje, se nota que estamos en temporada baja.

Las cascadas de Trummelbach, son en realidad varios saltos consecutivos que realiza el río que recoge el agua de los glaciares de Jungfrau y del Eiger, están escavadas en la montaña, y el agua baja muy muy rápido. Subimos por las escaleras tras pagar 11 CHF por cabeza y evitamos coger un ascensor que hay que te sube las dos terceras partes del recorrido. Subimos a pie parando cada poco a hacer fotos y observar lo rápido que cae el agua y la fuerza que tiene. Nos impresionó la dureza de la roca para aguantar semejante fuerza, que debido a las diversas rocas de la montaña, hacía formas tan peculiares como una de ellas, que tenía forma de sacacorchos. Tras bajar fuimos al otro lado del río para ver la última cascada desde allí meter las botas en el agua más pura que hayamos visto nunca. Vimos el comienzo de un camino de senderismo que nos atraía mucho, con un cartel con una traducción bastante curiosa, y con un camino que subía escarpado con un cable de acero haciendo de pasamanos para no caer. Con pena prometimos volver otro año a esta zona de Suiza para dedicarnos a caminar por lasa montañas y hacer mil rutas de senderismo, empezando por la del glaciar del Trift, que tanta pena nos da.


Partimos pues en dirección a Gstaad, al hotel Bellevue, a quitarnos la espinita y a coger fuerzas para el resto del viaje. Llegamos y nos fuimos a coger los albornoces la habitación porque estábamos con la ropa de senderismo. Bajamos derechitos a las saunas a zapatearnos y sudar un poco. Al cabo de un buen rato de saunas, subimos a la piscina y al jacuzzi del piso superior para nadar un rato relajadamente. Allí empezamos a pensar que tratamientos hacer estos dos días. Bajamos a preguntar a la chica de la recepción del spa, que hablaba bastante bien español. Decidimos los tratamientos y nos fuimos a la habitación para prepararnos para cenar.

Bajamos al restaurante de menos nivel de los dos que tienen en el hotel, pero es que el más caro de los dos tiene una estrella michelín y este está muy muy bien también. Comimos de entrante unas gambas crudas con agüacate y curry que eran muy frescas y la mezcla de sasbores era impresionanre. Bea tomó de segundo un rissoto que tenía por el medio trocitos de endivia, que daban un contraste muy marcado con la melosidad del arroz, y salmón con salsa teriyaki. La mezcla era fabulosa. Yo opté por lo clásico y tomé un entrecotte de buey suizo (tienen la costumbre de decirte la procedencia de las cosas) con patatas fritas y una salsa con un toque de nata de la que no podría deducir los ingredientes. De postre Bea se zampó un sorbete de frutos rojos acompañado de una gran cantidad de frutos rojos frescos. Yo me tomé una creme brulee con café y un helado de manzana verde. La cena fue genial, la verdad, y el servicio en un hotel de esta categoría en Suiza es inmejorable. La pequeña ruta de hoy, aquí.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Día 5: Grindelwald - Jungfraujoch - Thun - Gunten

Hoy por la mañana, pusimos el despertador muy prontito ( a las 7:30 el despertador en las vacaciones!), pero el motivo lo merecía. Las previsiones de tiempo auguraban buen tiempo, pero al levantarnos y abrirla ventana la cosa fue todavía mejor. Lucía un precioso cielo azul y se preveían unos 26ºC en octubre en Suiza! Así que corrimos raudos y veloces a desayunar para poder coger el primer tren que sube al Jungfraujoch, la estación de tren más alta de europa, a unos 3500 metros de altura. Era una cosa que siembre había querido hacer, pero es muy complicado encontrar un día despejado de verdad para disfrutar de la vista desde las alturas y para poder pasear por lo alto. En fin, que desayunamos un poco de todo y corrimos, tras pagar en el hotel, a la estación de tren a pagar más de 300 CHF (unos 200€ en total) por dos billetes de tren esperando que el desembolso merciera la pena.

Desde Grindelwald (teníamos la estación enfrente del hotel) se coge un tren de cremallera en dirección a Kleine Scheidegg, a unos 2000 metros de altura. És una paseo muy bonito e unos 25 minutos donde vas viendo las casas de Grindelwald hacerse pequeñas en la distancia. Al llegar a la estación en Kleine Scheidegg se coge ya el tren que sube al Jungfraujoch. Son 55 minutos de trayecto en los que se sube 1500 metros de desnivel teniendo en algunos momentos desniveles del 25%. La mayor parte del camino se hace en un túnel, pero hay dos paradas en dos estaciones intermedias donde te bajas del tren y ves, através de una cristalera, la vista de varios glaciares (en la zona hay 4 montañas de más de 4000 metros y hay varios glaciares medianamente grandes).
Poco a poco, nos fuimos acostumbrando a la altura, ya que al principio nos pegamos unas carreras para llegar al tren en la primera estación (a 2600 metros) y al sentarnos el corazón nos iba a mil.

Una vez arriba tienes muchas cosas que hacer. Según salimos nos fuimos a unas cuevas de hielo con esculturas también de hielo. Tras atravesar la zona y jugar a patinar un poco, salimos al exterior al "observation plateau", donde puedes ver a mucha distancia en Suiza. Desde allí, un día como hoy,creo que veíamos las montañas del Jura, que están a 80 km de distancia. Nos hicimos unas fotos y observamos maravillados el principio del glaciar del Aletsch, que es el más largo de los alpes con 23km. Dimos la vuelta y cogimos el ascensor (que sube a toda leche) para subir a la torre de observación que hay a 100 metros sobre la estación, sobre un pico. En ella se puede ver todo alrededor de la estación y observar las montañas y la nieve. Tras esto vino el plato fuerte, la caminata! Saliendo por un lado de la estación hay un sendero apto para todos los públicos (que puedan subir a 4000 m a 2ºC a pleno sol) por el que hacer un recorrido para llegar a un refugio y ver las vistas desde allí. Son 45 minutos, aunque nos llevó un poco más porque dimos un rodeo por otra zona que vimos que estaba pisada por las máquinas. Subimos hasta el refugio y allí comimos unas barritas para reponer fuerzas sentados al borde de una caida de unos 100 metros sobre la nieve virgen, realmente el sitio más bonito donde hemos comido nunca!. Bajamos disfrutando del aire puro (y de hacer fotos) para ir a la tienda de souvenirs a comprar postales y a enviarlas, que en la propia estación se pueden enviar las cosas y ponerles un matasellos de que las has enviado desde allí. La chica de la tienda cuando vio que eramos españoles se puso a arrancarse a hablar castellano (o español xD) como pudo y me hizo bastante gracia, la verdad.
Como ya eran las 14:30 y no teníamos hotel todavía, bajamos hasta Grindelwald (con el tren hasta los topes) para ir al único hotspot gratuito que teníamos localizado en Interlaken, un McDonalds. Comimos cuatro chorradas de merienda (Bea unas gambas (si, gambas) y unas patatas y yo una ensalada) y al fin conseguimos hotel, a la orilla del lago de Thun. Nos fuimos antes de ir al hotel a dar una vuelta por Thun y, la verdad, es precioso. Nos gustó mucho más que Interlaken, que si bien es bonito se ve muy turísitco. Thun se ve una ciudad residencial de nivel, con una zona de tiendas y una zona antigua, en la parte alta pegada al castillo llena de rincones apacibles donde sentarte bajo un árbol. Y como en todos los sitios de Suiza donde hemos estado, con muy muy poco ruido. Nos dimos una vuelta y como los supermercados ya estaban cerrados, nos fuimos al hotel a ver si allí nos daban de cenar.


El hotel de esta noche, el Parkhotel Gunten es un hotel pegado al lago, con un parque privado con muchos sitios donde sentarte a relajarte y oir el lago. Subimos a la habitación (amplia pero con un baño pequeño y bajamos a cenar). Nos comimos dos platazos (y es que en Suiza los cobran bien pero a veces parecen platos combinados en vez de platos normales). Bea se tomo un escalope vienés (que luego supimos que era un filete empanado de toda la vida) y yo comí jabalí austríaco. Pero es que el acompañamiento era una barbaridad. Mi jabalí, por ejemplo traía, a saber: coles de bruselas, castañas, cardo con una salsa que parecía yogur, col roja encurtida, ñoquis salteados y dos verduras que no supe identificar. De postre compartimos bea y yo una tarta tatín de higos con helado de vahinilla. La cuenta de la cena fueron 87CHF, unos 55€ los dos, con agua de bebida, y es que comer en Suiza fuera de pizzas, kebabs y cosas que no contengan un mínimo de calidad en los productos (léase buena carne o pescado) se van de madre. Tras la cena, un paseíto y a escribir el blog. Mañana y pasado estaremos de dos días de relax en Gstaad, que el año pasado nos quedó un sabor agridulce al tener que marcharnos corriendo y queremos quitárnoslo. De todasa formas, si el tiempo acompaña, haremos algun recorrido por aquella zona y os mantendremos informados. La ruta, la del jungfrau, aquí, y la que hicimos en coche, aquí.

Día 4 Gerzensee - Sustenpass - Furkapass - Grimselpass - Interlaken - Grindelwald

Hoy nos levantamos con previsiones optimistas en cuanto al tiempo y la verdad, auguraba un día de nubes altas y sin lluvia, así que partimos desde el hotel para hacer la famosa ruta de los tres puertos. Antes de nada desayunamos en el hotel de convenciones en el que estabamos, tomando un poco de todo (algo de fruta, muesli, pan, mantequilla, té, cacao...) y hicimos el check-out. El chico de recepción se ponía muy nervioso hablando en inglés y cuando se pudo a grapar el recibo de la tarjeta en la factura del hotel parecía el prota de Napoleon Dynamite xD.
Salimos en dirección a Sustenpass, atravesando la región de Interlaken y viendo unas vistas preciosas de los dos lagos y los bosques otoñales con sus colores rojos y dorados. Decidimos parar luego en la ciudad, para hacer primero, camino al Sustenpass la caminata al graciar del Trift, donde está el puente colgante más largo de Europa (algo más de 150 metros). Cuando esperábamos junto con bastante gente al teleférico, nos dijeron que había mucho viento y que se podía subir pero que para bajar había que hacerlo andando. Esa bajada suponía añadir dos horas más a un trayecto esperado de otras tres horas (hora y media de subida y media de bajada). Sumando que eran las 11 y todavía teníamos gente delante el panorama no parecía muy halagüeño, así que dejamos la esperada caminata para otra ocasión, que esperamos volver mucho por este país.

Seguimos subiendo desde 500m hasta los 2300 del Suntenpass, viendo muchas veces pinos y abetos en sitios donde nadie podría creer que pueda haber un árbol. Por encima de los 2000m ya no había árboles y el paisaje era más desolado. La carretera, a pesar de la altura y el desnivel no asusta ya que está muy bien cuidada, caben dos coches sobradamente (de hecho pasan buses por ella) y hay un monton de sitios para parar y ver el paisaje.



Pasamos el puerto de Sunten tras hacerme Bea la foto de rigor al lado del cartel camino del Furkapass. Segun bajábamos el Sutenpass veíamos que los árboles desaparecían y el paisaje se volvía agreste al 100%. Muchas rocas sueltas, algunas enormes en el lecho de los ríos y comenzamos a subir hacia el puerto de Furka, a 2500m de altura.

Arriba, en el puerto, hay una famosa atracción turísitca, con un par de restaurantes y una tienda. La atracción consiste en un túnel escavado en el glaciar del que nace el Ródano. Por unos módicos 7 CHF (4,50€) se baja por una pendiente hacia una pasarela de madera que te permite entrar dentro de un glaciar y tocar el hielo que lleva ahí miles de años, ver la luz azul que entra y los restos que hay atrapados en el hielo.

Salimos y, tras hacer mil fotos nos compramos en la boutique una chaqueta impermeable con forro polar interior desmontable de la marca Swiss military que estaba al 50% de descuento y sólo costaba 110CHF (70€). Bea se compró una camiseta con un edelweiss de piedritas en el pecho por 19 CHF (12€) y pillamos también un par de postales. Ya he seguido la tradición y va una desde Rocamadour hacia Denodo, así que cuando pueda mando una desde Suiza (le había dicho a Dani en el viaje del año pasado que enviaría una desde cada país que pisara y pienso cumplirlo de esta vez). En la tienda había dibujos de como era el glaciar hace cien años y la verdad es que da pena ver como ha menguado a una tercera parte y como cuentan que desaparezca en menos de 100 años.


Bajamos pegaditos al ródano camino de subir el Grimselpass, que está pegado al Furkapass. Tras subir paramos en la cima a comer, tras seguir un camino que bordeaba el lago creado por una pequeña presa. Tras una comida ligerita, bajamos hacia Interlaken, rodeando unas presas enormes. Aparcamos en Interlaken en la calle, pagando religiosamente un parquímetro a razón de 1 CHF (0,70€) por cada media hora. El parkímetro no da ticket, si no que es de los que metes dinero y un contador se pone en marcha de forma que puedes ver el tiempo que queda en la plaza en la que estás para que tengasa que irte. Así se ahorran el papel de los tickets de zona azul...

Interlaken la verdad es que es bonita, pero se ve, como muchas cosas de esta zona, muy desbordado por el turismo. Se ven bastante más hoteles que casa y hay muchísmos comercios orientados al turismo. Dimos una vuelta apor varias tiendas y al final Bea sólo se quiso comprar un puzle,a pesar de que entramos en una tienda deportiva que tenía muchísimas cosas chulas, aunque bastante caras. Salimos de Interlaken pronto, como mandan los horarios suizos, a eso de las 18:30 camino del hotel elegido, el Bel Air Eden, en Gridelwald.
Grindelwald es un pueblo turístico que está rodeado de montes de alrededor de 4000 metros. Llegamos al hotel y, la verdad, no es gran cosa. Los muebles son antiguos, el baño minúsculo (tiene el lavamanos fuera del baño) y la wifi va tan de pena que no me doy conectado a nada. En fin, que tb se tienen que cometer errores. Eso sí, delante de la ventana tenemos el Eiger, que mide casi los 4000, y eso es un lujazo. Bajamos tras aparcar el coche a cenar subiendo la calle principal hasta que acabamos en una pizzería italiana, de propietario italiano, ya que en Suiza comer algo medianamente elaborado cuesta un pastizal, y prefiero hacerlo en un sitio conocido y buscado, que en un local en un pueblo turísitco. Al final comimos una pizza de surtido de champiñones y boletus que estaba impresionante y una ensalada de tomate y mozzarella que tenía la mejor mozzarella de búfala que he comido nunca. Con la bebida y la
propina la cosa ascendió a 43 CHF (28€) los dos, así que no fue demasiado caro.
Tras cenar nos fuimos al hotel y tras escribir esto, nos fuimos para cama. A ver si mañana conseguimos que esta wifi u otra vaya y buscamos hotel. La ruta de los montes suizos, aquí.

lunes, 5 de octubre de 2009

Día 3: Riom - Annecy - Gerzensee

El tercer día volvimos a salir algo tarde del hotel. 300 km nos esperaban hasta nuestro destino, Annecy. Por el camino vimos de todo. Cruzando el macizo central vimos unos bosques muy muy espesos, tanto que a veces se diría que no se podría meter uno entre los árboles, y era tan denso que no había maleza, sólo árboles apiñados. Tras pasar esa zona cruzamos St-Etienne y Lyon rodeados de tráfico denso y caminones. Si digo que en 150 km he adelantado más de mil camiones os aseguro que no exagero nada, por momentos había 4 carriles y dos eran para los camiones...


Llegamos a Annecy, una pequeña ciudad muy turísitica, pegada a un gran lago de su mismo nombre. Aparcamos en un paking bastante curioso en frente del ayuntamiento.



El parking era en si mismo una espiral descendente dónde se aparcaba a los dos lados de la espiral, de forma que en cuanto había un sitio aparcabas y dejabas de bajar. Así la gente no andaba dándo vueltas buscando sitio, si no que los coches se iban aparcando según había sitio y no había huecos. Además, había luz natural y se subía por un ascensor que había a ambos lados de la espiral. Muy bien pensado, la verdad, y además era barato (14€ el día completo frente a los 24€ que cuesta en Coruña).
Tras aparcar el coche ya nos era hora de comer (la una y media, que nos estamos adaptando al horario local poco a poco) y buscamos la zona de los canales. Comimos dos ricas galettes (crepes de trigo sarraceno) acompañadas de una garrafa de agua de la casa. La mía de jamón de savoia (parecido al jamón serrano) y un queso de la zona. La de Bea era con champiñones, queso y jamón cocido.


Todo esto en una terraza, por supuesto, que estábamos a 20º! 14€ de cuenta por los dos! Más tarde, nos fuimos a pasear por la ciudad. Tiene una atmósfera muy atrayente, con calles anchas, bonitos soportales con amplios arcos, los canales... Subimos hasta el castillo que está en un alto pero no nos apeteció pagar la entrada y pasar mucho rato, así que bajamos buscando la catedral.

La verdad es que la catedral estaba en obras por fuera, pero por dentro ya estaba restaurada. Frente a las típicas entradas del resto de catedrales que habíamos visto (oscuras y con entradas laterales que se cierran solas), esta invitaba a entrar, con unas puertas enormes acristaladas, abiertas de par en par.


Por dentro era muy hermosa, con grandes vidrieras y sin cordones de "no pasar" por ningún lado, no esperábamos que fuera tan bonita, la verdad. Salimos de la catedral camino al paseo por la orilla del lago. Frente a él, un parque con una explanada enorme de cesped, donde los niños jugaban con los cuervos, alguna persona echaba la siesta y otros simplemente sacaban el perro a pasear. Llegando al lago a Bea se le ocurrió la idea del día; alquilar una barca! Resulta que en Francia no hace falta permiso para llevar una barca a motor en un lago, así que alquilamos una barca con motor de 10CV por el módico precio de 25€ media hora (al menos eso pensábamos, pero al final nos lo pasamos tan bien que estuvimos una hora y fueron 40€).


Tras unas brevísimas lecciones de comportamiento por parte del dueño nos fuimos en barca a recorrer el lago.


Nos dio tiempo a recorrer más de medio lago, haciento el tonto mil veces por el camino, disparando fotos y persiguiendo gaviotas con la barca. Apesadumbrados cuando se nos acababa el tiempo volvimos al embarcadero para devolverla y coger camino a Suiza.




Poco tiempo después estábamos en Suiza, pagando la vignette para las autopistas en la frontera (imposible entrar por esa frontera sin ella, te interceptan, te pasan a junto de unos empleados que te la pegan y te piden 40CHF por ella). El tráfico era muy denso porque era la hora de la gente de ir a currar. Estábamos cansados y nos fuimos a hacer algo de compra para cenar en el hotel por la noche. Así, paramos en un Coop y compramos uno de los miles de panes que tienen (este era de semillas y mezcla de harinas), algo de queso y alguna tontería (como un rallador de queso espectacular de diseño que me regaló Bea). Como siempre curioseamos por el super y compramos lo más especial que vimos, no lo dudéis. Para el postre de esta noche he comprado yogur de ... castañas! Y lo había de café! Grandes sabores que no se como no venden en España.

Salimos del Coop y nos fuimos al hotel. Esta noche toca un hotel en medio del monte, en Gerzensee, cerca de Berna. El hotel es un hotel pensado para seminarios de empresas, pero es genial. Por 170 CHF (que es caro para España pero para Suiza es un hotel de gama media-baja) tenemos una habitación enorme, con wifi, bañera enorme, balcón, kettle.... en fin, lo que uno puede necesitar, y la cama tiene una pinta magnífica!

Mañana dormiremos cerca de Interlaken (en Grindelwald) pero no sabemos que haremos. Dan dos días sin lluvia, así que intentaremos hacer lo típico de la zona, como la ruta de los tres puertos o subir al Jungfrau. La ruta de hoy, aquí.

domingo, 4 de octubre de 2009

Día 2: Bordeaux - Perigueux - Sarlar-la-Canedá - Rocamadour - Riom

Hos nos costó un poquito salir del hotel tras el tute de ayer, y al final salimos a las 10:20, pero con bastantes fuerzas y con un día maravilloso de sol y veintipocos grados. Cogimos la autopista y fuimos siguiendo el garona un buen trecho con ella camino de Perigueux, en medio de la región de Perigord.

Toda esta región del Perigord es conocida básicamente por tres cosas, el foie de oca, las trufas y las nueces. Todo el camino iban recordándote esto, y no había más que carteles al respecto y sitios para comprarlas. Perigueux es una pequeña ciudad con un casco antigüo pegado a la catedral, de calles con casas de piedra casi blanca y tejados de pizarra. Nos dimos una vuelta como siempre, callejeando y comiendo... Nos pasamos por una pastelería y compramos un par de cositas impresionantes. Bea se zampó un macaron relleno con una mouse con fresas enteras. Yo me zampé una tartaleta pero ésta de souflé de manzana. Tras comerlas paseando por el mercado (donde lo principal erá lo ya comentado) nos fuimos a ver la catedral. La catedral de Saint-Front, de estilo bizantino y única en Francia hasta que inspiró al creador del Sagrado Corazón en París, es bastante austera en cuanto a su decoración interior. A nosotros nos gustó sobre todo un retablo gigante tallado en madera. Volvimos al coche y cogimos la carretera camino de Sarlat-la Canedá, reomendación que tengo que agradecer a Fini.

La verdad es que ya el camino a Sarlat mereció la pena en si mismo. A cada paso que dábamos la cosa se ponía más interesante. Pasamos por un monton de merenderitos pegados al río, gente en canoas y divirtiéndose con un domingo en el campo. Lo más impresionanate fue ver salientes de roca caliza y casas pegados a ellos. Mil una señales de cuevas prehistóricas más tarde llegamos a Sarlat. La verdad es que la ciudad vieja impresiona. De hecho es un sitio donde habitualmente se ruedan películas de temática medieval, y la verdad, te imaginas espadachines por en medio de las calles en plena aventura épica. Según aparcamos el coche ya íbamos buscando un sitio para comer. Caminamos un par de calles y curioseamos restaurantes hasta que llegamos a uno que estaba, como muchos, metido un pequeño pasadizo que creaba una placita entre dos calles.
Small Sarlat-la-Canedá corner
Comimos en una terracita. De entrante una sopa de legumbres, de primero unas ensaladas muy ricas (una con magret ahumado y la otra con una masa brick con un queso cremoso dentro como elementos principales). De segundo yo comí un magret de pato delicioso y Bea unas vieiras. Los dos acompañados de verduras en su justo punto y un arroz basmati con semillas de amapola. Por 44€ comimos los dos sin postre, un precio mása que razonable para lo que comimos y el sitio que era.

Nos fuimos a callejear un rato largo, paseando por la catedral, explorando los callejones hasta que, antes de volver al coche, paré a comprar en una tienda de especialidades. Al final me compré lo que venía a buscar, aceite de nueces. ¡Esto va a dar un toque estupendo a las ensaladas, y además es muy muy sano! Cuando vimos que ya se hacía tarde nos fuimos a Rocamadour.

Rocamadour son un monasterio y un castillo saliendo de un peñasco. Segun giras la curva de la carretera por la que fuimos, te encuentras con una vista que te deja sin palabras. Las casas y el monasterio parecen colgando literalmente de la roca. Aparcamos el coche en la aparte baja y nos pusimos a subir el desnivel. Nos dimos un paseito por la calle que sube, llena como no de tiendas de souvenirs, restaurantes y hoteles.

Es quizás lo malo de estos sitios, pero aun así esta zona no es excesivamente turísitica, se ve más turismo interior que extranjero y, al menos, las tiendas de souvenirs están llenas de comida y no de productos made in china! Subimos al monasterio (que por dentro no es gran cosa) y continuamos haasta el castillo en todo lo alto, disfrutando de las vistas.



Cuando comenzó a anochecer cogimos el coche hasta el hotel en Riom, que ha resultado un grandísimo acierto. Pegadito a la autopista (tenemos el acceso a 500m), con una habitacíón medianamente grande, una cama de 1,60, conexión a internet, y hemos pagado 38€. Ace Hotel Riom, para el que le interese. Deseoso estoy de que esta cadena se siga expandiendo.


Mañana toca tute otra vez, espero, si no hay problemas con la wifi, que podamos escribir desde Suiza ya.

PD: La última foto de rocamadour es muy mala porque el sol estaba de frente y no era viable. De todas formas me noto un poco espeso haciendo fotos, a ver si voy cogiendo rodaje estos dias...

La ruta, de nuevo aquí...