viernes, 16 de octubre de 2009

Día 8: Gstaad - Rheinfallen - Grafenhausen

Antes de nada deciros que por fin tenemos portátil y que estos días he estado escribiendo el diario en un bloc de notas, a la antigua usanza, así que ahora, desde un netbook, escribiré el resto del viaje. Así que retomamos ahora con el día 8, hace ya mucho mucho tiempo...

Hoy nos levantamos de nuevo sin portátil pero ayer reservamos hotel para tres días. En principio la idea era comprar un portátil hoy en Mulhouse (FR) pero al final pensamos que era mejor esperar y comprar el portátil en Totenham Court Road, donde seguro que hay mucho donde escoger y el windows al menos estaría en un idioma reconocible.

Así que remoloneamos un poco y nos fuimos a desayunar otro lujazo de desayuno del hotel de Gstaad. Dejamos las maletas listas para que nos las bajaran al coche y fuimos a darnos los últimos masajes. Yo probé por primera vez un masaje Thai dado por un tipo que parecía el señor Miyagui. Hora y media después tenía el cuerpo súper relajado. Bea optó por un masaje clásico de espalda y de pies. Salimos de Gstaad a eso de la una del mediodía camino de las cataratas del Rhein. Recorrimos la zona llana de Suiza que, sin ser fea, es mucho más industrial y más llena de suburbios que se podrían encontrar en cualquier ciudad centroeuropea.

Llegamos a las cataratas y tras pagar 5 CHF que vale el parking bajamos a pasear por el parque que las rodea. Paseando encontramos un restaurante que vendía salchichas para llevar, así que decidimos tomarnos un par mientras seguíamos caminando.

Las cataratas son impresionantes por la cantidad de agua que llevan y el parque que las rodea estaba lleno de árboles dorados y rojos, dando un aspecto otoñal a la vista. Pensamos en coger el barco que te llevaba a la peña que hay en el medio de las cascadas, pero ya se hacía tarde y desistimos.

Como todavía teníamos francos suizos tratamos de gastarlos e hicimos 30km para ir a Winterthur a buscar donde deshacernos del dinero en compras. Lo malo es que es sábado y en Suiza los comercios cierran muy pronto, a eso de las 17:00. Decidimos que cuando bajemos por Francia pasaremos por Suiza a gastar las divisas. Paramos a llenar el depósito (en Suiza es algo más barata que en Alemania) y compramos algo de comida en la gasolinera para cenar por si llegábamos demasiado tarde al hotel.

Partimos hacia el hotel de hoy en Grafenhausen, al sur de la selva negra (schwarzwald) . Tras 30 km por el medio de los árboles, ya anocheciendo, lleganos a un pequeño pueblo (tendrá unas 100 casas) y el GPS nos mandó directos al hotel. El hotel Landhotel Haringerhof es una chulada de hotel familiar, de madera, donde cuando llegamos vimos el comedor lleno de gente alemana comiendo. Así pues, subimos a la habitación que tenía un balconcito repleto de geranios y en el hotel se nos ofreció conseguirnos una mesa para cenar. Nos lo pensamos cosa de un par de minutos y al final decidimos aceptar y dejar la compra de la gasolinera para una mejor ocasión porque la pinta era fabulosa.

Bajamos a aventurarnos a decidir lo que cenar sin tener más que una leve idea de lo que ponía la carta que estaba completamente en alemán. Así, cuando vino la carta, ayudados por una guía de alemán de viaje, pedimos dos platos que no sabíamos a ciencia cierta que eran aunque teníamos una ligera idea. A mi me trajeron unos medallones de venado en su punto y a Bea un filete de cerdo con un corte extraño para nosotros (muy grueso) que tenía una especie de capa de pan rallado por encima aderezado con especias. Los dos tenían un acompañamiento de verduras (coles de bruselas, coliflor, brécol, col lombarda...) y a Bea le trajeron patatas fritas en un bol y a mi una especie de tortillitas redondas con puerro. Para bajar la comida yo pedí una cerveza y me trajeron una lager de la selva negra muy rica. Llenos como ceporros, tras tomar Bea una infusión
de menta, subimos a la habitación para acostarnos pronto y mañana más. La ruta, aquí.

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