miércoles, 25 de mayo de 2011

Un viaje muy especial, Calico ghost town y Los Angeles (día 17)

Hoy hace calor. Estamos en Barstow, en medio del desierto, al lado de Mohave National Preserve que viene siendo una reserva natural en el desierto. Hace calor, pero nada serio. Paramos a llenar el deposito y a coger cosas de beber antes de salir camino a Los Angeles. Cogimos la autopista y le comenté a Bea que me sonaba que por aquí había un pueblo fantasma del oeste. A Bea le ecantó la idea y allí nos fuimos, a Calico ghost town.

Hicimos unas pocas millas y allí estábamos en Calico. Un parque regional montado sobre los restos de un antiguo pueblo minero. El pueblo conserva doce casas auténticas y el resto son reconstrucciones de edificios tal cual estaban durante la época de la fiebre del oro, época en la que le pueblo estaba lleno de salones y burdeles. Tras aparcar el coche subimos por la calle principal camino del mirador. A los lados, además de las casas, hay conservados utensilios, carromatos y demás parafernalia de lo que sería el pueblo en los tiempos del oeste. Dentro de las antiguas casas ahora hay tiendas, tanto de souvenirs como de artesania local (recordad que todas estas zonas son reservas indias). Subimos al mirador y vimos todo el pueblo y el entorno que lo rodea. ¡Que bonito! Bajamos con intención de coger el tren que da una vuelta por los alrededores del pueblo. Es un viaje cortito pero fue divertido. Durante el mismo te iban cotando donde estaban las minas, que la mina ahora mismo produce todavía algo de plata y las ruinas que quedan del barrio residencial borradas ya por el paso de los años y la dureza del desierto. Tras finalizar el camino bajamos por el parque y paramos antes en una tienda de fósiles. ¡A Bea le encantan!
Y cogimos ya el coche camino de LA. Antes de salir a la autopista paramos a comer en un auténtico restaurante años 50. Sí, ya se que es un poco guiri, pero que leches. Además había bastante gente con pinta de local y estaba lleno de camioneros y el dicho dice que donde hay camioneros se come bien. Así que allí fuimos, a comer una hamburguesa y unas costillasa barbacoa con decoración de los años 50 y camareras vestidas de esa guisa antes de partir hacia LA.

La fama de las autopistas de LA está plenamente justificada. ¡Que tráfico! Eso si, muy respetuoso y ordenado, no hemos visto ni cafradas ni gente colándose ni nada. Pero la densidad es pasmosa. Cuando salimos de una de las muchas autopistas en Beberly Hills nos damos cuenta de porque. No hay edificios de más de tres pisos en una ciudad de muchos millones de habitantes. Tras salir nos damos un paseo en coche por las mansiones de la gene rica y extremadamente rica y bajamos a Rodeo Drive, calle famosa por albergar una altísima concentración de tiendas exclusivas. Tras ver esa zona subimos hacia Mulholland Drive, carretera que serpentea por las colinas de Hollywood. Un rato después nos llamó David, un compañero mío de empresa que está impartiendo un curso en la ciudad. Fuimos al hotel, dejamos las cosas, y nos fuimos a buscarlo a Santa Mónica para ir a dar una vuelta al famoso muelle.

Hoy es martes, pero aún así, ambientazo. Mucha gente por la calle, muy arreglada en general y gente pescando en el muelle. La playa se intuía por la noche, poco más. Caminamos hasta el final del muelle entre gente que hacía lo mismo y sin ver ningun sitio que nos apeteciera para cenar echamos un ojo al móvil para buscar un sitio cercano y acabamos en un bar/restaurante cenando con David una hamburguesa de atún y unos rollos de cangrejo con un trago de cerveza local. Tras una muy agradable conversación (a David hacñia ya casi dos años que no lo veía) nos fuimos de vuelta al hotel a eso de las 11 de la noche con ganas de descansar y mañana darle el último día a esta ciudad.

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