lunes, 30 de mayo de 2011

Un viaje muy especial, Yosemite 2ª parte (día 21)

Empezamos la crónica pidiendo perdón por el retraso. Llevamos dos días llegando tarde y cansados al hotel y es mejor descansar que escribir. En fin, ¿donde andábamos? Ah si, en Yosemite. Nos despertamos y salimos a desayunar el desayuno típico de los hoteles americanos. Un consejo, en el 99% si es gratis genial pero no pagueis un duro por él. Lo típico consiste en que haya un par de jarras/dispensadores de zumo, unas tostadas, un bagel con queso philadelphia para echarles, y unos pasteles industriales que no son gran cosa. Ah sí, y cereales con leche semidesnatada que no sabe a nada. En algunos por suerte hay gofreras y sirope de arce, pero solo si teneis algo de suerte. En fin, que desayunamos y salimos hacia Yosemite un sábado en medio de uno de los pocos puentes que hay en USA.

Ya camino del parque vimos que había muchísimo tráfico, con caravana para pasar los puntos de control/venta de entradas. En la cabina pregunté por si estaba abierta la carretera a Glacier Point (la vista más espectacular del parque) y me dijeron que sí, pero que mañana seguramente la cerrarían porque se esperaba nieve esta noche. Con esas perspectivas decidimos ir a lo que teníamos más cerca de la entrada, Mariposa Groove. Allí nos esperaban bastantes sequoias, algunas realmente gigantes y espectaculares. Aparcamos el coche tras pasar la carretera los últimos antes de que la cortaran. Cuando hay mucha gente en algunasa carreteras los rangers las cierran y solo permiten pasar a los buses gratuitos para que no se colapsen. Aparcamos en Mariposa Groove y decidimos aprovechar la mañana haciendo una caminata por los senderos viendo sequoias, las raras flores de la zona, las plantas, los árboles... Muy bonito. Nos dimos una buena caminata tras llevar varios días de coche (unos 8 km) y volvimos al coche. Paramos a coger unos sandwiches en la tienda de la cabecera del sendero y cogimos el coche con dirección a Glacier Point a eso de las tres de la tarde.

A partir de ahí la verdad es que todo se torció. La tormenta se adelantó y cuando subíamos a glacier point se convirtió en nieve y los rangers la cortaron. Tratamos de llorarles un poco pero no hubo manera, tuvimos que dar la vuelta. Como llovía y la gente quería ir toda al village/los alojamientos la carretera que rodea al valle (que es de único sentido) se convirtió en un atasco de proporciones bíblicas en el que estuvimos atrapados dos horas. Resigandos aprovechamos el tiempo haciendo fotos. La verdad es que en este tipo de situaciones es en las que mola tener un coche automático. Para los atascos es comodísimo y el coche sufre menos que en un manual donde estás picando embrague todo el rato. Como aquello era un poco caos
decidimos irnos (dormíamos en King City a 300 km de allí) sin parar en las cascadas que nos quedaban por ver y nos conformamos con verlas desde la carretera. Además, para mayor decepción, resulta que no cona muyseguimos ver ni un oso, que a Bea le apetecía mucho. Salimos del parque por la salida de Mariposa viendo como bajaba el río embravecido. La verdad es que era realmente espectacular ver la fuerza ya que la pendiente era muy pronunciada y el río tenía unos rápidos que daban bastante respeto. El parque nos ha dejado un sabor agridulce. Es realmente espectacular y asombroso pero no hemos podido ver lo que nos gustaría debido a las fechas en las que pudimos venir. Ni pudimos recorrer la CA-120, ni pudimos subir a Glacier Point, ni pudimos ver osos... Pero bueno, ¡otro año será!

Ahora nos dirigíamos a King City a dormir. No teníamos mucho donde escoger en este puente, la verdad, asaí que dormimos en un motel de carrtera regentado por unos indios que no estaba mal del todo. Por el camino paramos a cenar en Merced (viendo la hora que era nos coincidía por el camino). Cogimos el movil y buscamos algo que nos apeteciera. Vimos que había una heladería de yogurth helado y como no teníamos mucha hambre allí fuimos. Aparcamos delante (como no podría ser de otra manera en este país) y la verdad es que la experiencia fue la leche. El local, alto, estaba regentado por dos chavales que parecían sacados de Clerks o de la más reciente Scott Pilgrim. Nos explicaron como iba el sistema en el que tu cogías un recipiente y echabas helado del sabor que quisieras y los toppings que deseases y luego te lo pesan y pagas según el peso total. En el centro del local había un grupo de chicos de unos veinte años charlando y al fondo del local había una guitarra conectada a un ampli. La verdad es que estuvimos tomando el helado fijándonos en todo y fue algo que parecía sacado de una película adolescente. En fin, que una hora tras acabar de cenar estábamos descansando en King City ya acercándonos a la costa californiana de nuevo.

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