miércoles, 11 de mayo de 2011

Un viaje muy especial, on the road again (día 2)

Despertamos en Burdeos bien tarde y salimos con calma. Por delante un día de turismo por Francia sin saber muy bien hacia donde ir. Decidimos ir en dirección a Nantes ya que me habían hablado muy bien de ella y el rodeo que había que hacer para llegar a París era de menos de 100 Km. Salimos de Burdeos con unos 25ºC, gafas de sol puestas y con las ventanillas bajadas hasta que nos aburrimos. Paramos a comer en un área de descanso francesa muy bien montada, con un par de cafeterías, unas máquinas expendedoras y una tienda de productos regionales muy bien surtida. Después de parar allí decidimos que nos apetecía ver costa y Nantes no tiene así que nos desviamos de la ruta y nos dirigimos, siguiendo la guía, a Pornic, en la costa de la region del Loira

Llegamos al pueblo y lo atravesamos para buscar donde aparcar y finalmente lo hicimos al lado de un pequeño castillo amurallado que protege la parte interior del puerto. A día de hoy Pornic parece un pueblo dedicado al turismo y la pesca. Era lunes y allí había una cantidad decente de gente que había bajado a pasear por el paseo que bordea el castilllo y que termina, curiosamente, en una heladería de la que dimos buena cuenta. Seguimos bordeando el puerto, lleno como todos de restaurantes con terrazas que es de suponer en pleno verano estén llenos a rebosar. Nos pareció curioso un cartel que encontramos de un pescador que vendía cangrejos y que mostraba a que hora aproximada llegaría ese día para comprárselos. Nos fijamos también que la marea estaba bajísima y había un montón de barcos varados en el puerto. En esta zona de la costa de Francia las mareas tienen una diferencia entre pleamar y bajamar bastante acusada y es muy espectacular ver como cambian los paisajes de una a otra. Cuando nos cansamos de caminar por el pueblo decidimos ir a buscar alguna playa cercana para pasear y descansar un rato

Seguimos la carretera costera no sin contratiempos, ya que muchas direcciones estaban cambiadas y nos costó unas cuantas vueltas llegar a una playa. Al final conseguimos dar con una y dejamos el coche al lado de unas escaleras que bajaban a un pequeño paraíso de arena y rocas. La verdad es que con la marea alta lo más probable es que todo aquello desapareciera bajo las aguas, pero con la marea baja pudimos pasear por un paisaje que desde niño no veía. No lo digo tanto por como eran la disposicion de la playa (me recuerda a algunas de O Pindo en Galicia) si no por la vida que allí había. Hace tiempo que no paseo por una playa en la que puedes encontrar, en un simple paseo, ostras incrustadas en las rocas, minchas para parar un tren, lapas, anémonas... Nos quedamos un rato buscando conchas, paseando y haciendo fotos mientras dejábamos pasar el tiempo.

De allí nos fuimos a Nantes. ¡Que bonita es Nantes! Uno llega al centro de la ciudad tras pasar por enormes naves en el puerto fluvial (la ciudad está casi en la desembocadura del Loira y por ahí circulan mercancías) y por los suburbios de una ciudad cualquiera. Pero cuando se llega al centro uno de repente ve un montón de calles con edificios de aspecto parisino, en su mayor parte peatonales, con varias iglesias con altas torres góticas que apuntan bien alto al cielo y una preciosa (al menos por fuera que ya estaba cerrada) catedral. Lo mejor de todo es que esta belleza no es como en otras pequeñas ciudades que no es más que una pequeña muestra de la ciudad, un par de calles muy cuidadas para que los turistas las abarroten. En este caso esta parte bella de la ciudad es un espacio enorme lleno de tiendas, restaurantes y lo que es más importante, de vida. Llegamos a Nantes un Lunes y las terrazas a las 9 de la noche estaban abrrotadas de gente cenando y se veía muchísima vida en la calle. A esas horas muchas ciudades de Francia, un lunes, están prácticamente muertas. Nos dimos un buen paseo y volvimos al coche ya que le habíamos echado un ojo a un restaurante llamado Sushi Shop que nos tenía buena pinta y acertamos de pleno. Escogimos un buen surtido de sashimi y makis muy originales (os puedo asegurar que es de lo mejor al respecto que he comido nunca) y partimos con idea de parar a dormir en cualquier sitio unas horas antes de ir al aereopuerto. Cuando el sueño apretó paramos a dormir tres horitas en un área de descanso de la autopista (en Francia están super preparadas y suelen tener unos baños generalmente limpios y bien iluminados). El resto, el día siguiente!

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