Nuestro tercer día en Londres amaneció con el sol asomando entre las nubes. Vaya suerte que no nos llueva en Londres, no nos lo podemos creer!. Desayunamos de nuevo y nos cercioramos de lo que le dije a Bea ayer de que uno de los camareros del hotel era español a pesar de que ayer hablé con él en inglés. Salimos camino de otro mercado que me había recomendado Felix, al igual que el de Burough, el de Brick Lane.
Para llegar hasta allí cogimos el metro, pero estos fines de semana andan en obras y cierran varias estaciones, así que nos tuvimos que bajar antes y pasear un rato por la city. Brick Lane es un conocido mercado del East End donde se ha congregado una gran catidad de gente de Bangladesh. Antes de Brick Lane, donde hay varios mercados, está el mercado de Spitafields, remodelado y de aspecto más moderno, y que varios días a la semana se llena de puestos.
Realmente a mi estos son los sitios donde me gusta comprar en Londres. Está repleto de puestos donde la gente vende sus diseños, muchas cosas hechas a mano, cosas originales y con mucho mérito. Compramos un par de cosillas, unas camisetas muy originales y un objeto decorativo que es un pequeño árbol hecho de aluminio que centellea con la luz de las velas. Está hecho a mano y nos lo vendió el artista que lo hizo, son las cosas que mola comprar en los puestos callejeros. Cruzamos el mercado camino de Brick Lane recorriendo más mercados. Realmente hay de todo, aunque la parte que mas nos gustó de la calle fue la más cercana a Spitafields, donde lo que se vende son cosas de diseño a precios razonables (camisetas a 15 GBP, por ejemplo) y comida exótica. Según te vas alejando hacia el norte la cosa se va convirtiendo un mercadillo con cosas de marca falsificadas y cosas que parecen sacadas de los contenedores. Dimos un paseo buscando comida para llevar y lo primero que nos llamó la atención fue unos japoneses haciendo Takoya , unas bolas de pulpo que era algo que queríamos probar hace ya mucho tiempo.
Nos cogimos 8 para parobarlas, regadas de salsa de soja y mayonesa de wasabi, una delicia! Tras dar otra vuelta cogí en un puesto marroquí un tajine de pollo con cus cus, que estaba bien pero no impresionaba. Lo más típico de la zona hubiera sido comer en un restaurante de comida hindú de Bangladesh, y realmente por lo que se dice son buenísimos todos y muy baratos, pero no andamos con tiempo para nada, es una pena. Salimos de Brick Lane en bus hacia el sur, camino de la torre de londres.
La torre de londres, pegada al puente de la torre es una fortaleza medieval que lleva ahí desde el SXII y en la que han sucedido muchas cosas en la vida de las monarquías británicas. Lo primero el clavo de la entrada (17 GBP por cabeza).
Por lo demás no había colas ni demasiada gente, y el sol asomaba lo que se agradecía. Dentro de la torre hay un poco de todo, los famosos cuervos (que los alimentan porque se dice que cuando no haya cuervos en la torre se acabará la monarquía), se puede ver la vista desde las murallas, algo de armamento medieval, un poco de la vida en la torre, como eran las torres que servían de prisión para los prisioneros famosos, y lo más impresionante, las joyas de la corona, Realmente impresiona la pasta que tenía y tiene esta gente, las joyas acojonan por la cantidad y el tamaño de las piedras, incluyendo el diamante más grande del mundo.
Cuando nos cansamos de la torre nos fuimos de vuelta al centro. Con la parada de bus atestada nos fuimos a coger el metro sólo para darnos cuenta de que la estación estaba cerrada por las dichosas obras. Así que, viendo que la parada estaba llena de gente y que los buses se iban sin poder meter a todo el mundo, hicimos la jugada de coger un DLR (que también está incluido en la travelcard) para ir una parada hacia atrás y coger otro DLR hacia Bank y allí coger el metro hacia Picadilly. En Picadilly la idea era ir a Lillyswhite, una tienda super barata de deportes en la que la gente sale con sacos (literalmente) de la tienda.
Compré unos tenis superbaratos en la tienda y nos cerró antes de que Bea pudiera mirar nada para ella. Decidimos dar un paseillo antes de cenar por Pically Street hacia Knightsbridge. Por el camino me di cuenta que tenía el nivel de tarta bajo y me compré una tartaleta de fresas con crema que fue una delicia como merienda y Bea se tomó un chocolate caliente, que ya empezaba a refrescar. Caminamos por la calle anocheciendo hasta que nos cansamos y cogimos el 19 desde cerquita de Harrods hasta el hotel antes de bajar a cenar.
La mala noticia del día es que el italiano al que quería ir cerraba los domingos, así que hubo que buscar alternativas. Al final tanto buscar restaurantes en Londres y no fui a ninguno, ya que al final no da tiempo a nada. Bajamos hasta el extremo de Covent Garden, ya que en Shaftsbury Avenue, que bordea la zona, tiene muchos restaurantes. Era un poco tarde para cenar ya y, al ser domingo, había muchos cerrados. Al final acabamos en un Thai cenando estupendamente. De entrante nos tomamos un sutido que traía un par de entrantes de cada tipo con tres salsas y no me preguntéis que era cada uno que entre que no me acuerdo y que alguno ni sabiamos que era... De segundo tomamos una langosta con una salsa de curri riquísima y pollo con salsa de lemongrass acojonante. Llenos como ceporros tras pagar 40 libras (ni 25€ por cabeza y tomando langosta, como mola esta ciudad) nos fuimos a cama que mañana queremos hacer mil cosas y no da tiempo a todo en esta ciudad.
1 comentario:
Lo malo de Londres es que es taaaan grande que no da tiempo a nada, si no vas con las cosas bien planeadas o quieres algo de calma tendrás que permanecer más tiempo. Por cierto, yo opiné lo mismo cuando fui allí con Pablo en semana santa: los precios al cambio actual no son tan caros, uno se puede plantear vivir allí sin demasiados problemas (cobrando lo que aquí, será que en España las cosas están ya casi igual de caras).
Eres el tercer ffic'ero este año en Piccadilly :P
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