Hoy nos levantamos y desde la ventana teníamos una bella vista de lago de Thun, aunque empañada porque estaba lloviendo (ya tocaba). No es que lloviera mucho, pero si hacía el día algo gris y contrastaba con los 26ºC de ayer. Bajamos a desayunar y nos dimos un atracón con la gran variedad de cosas que había. Nos zampamos queso, fiambre, ciruelas, pan, croissants y nuestro último vicio, yogur con muesli y frutas. Salimos del hotel con la idea de pasar la mañana en las cascadas de Trummelbach, en el valle de Lauterbrunnen. Camino a la habitación nos encontramos con dos españoles y nos hizo algo de ilusión, porque no habíamos oído hablar español en todo el viaje, se nota que estamos en temporada baja.
Las cascadas de Trummelbach, son en realidad varios saltos consecutivos que realiza el río que recoge el agua de los glaciares de Jungfrau y del Eiger, están escavadas en la montaña, y el agua baja muy muy rápido. Subimos por las escaleras tras pagar 11 CHF por cabeza y evitamos coger un ascensor que hay que te sube las dos terceras partes del recorrido. Subimos a pie parando cada poco a hacer fotos y observar lo rápido que cae el agua y la fuerza que tiene. Nos impresionó la dureza de la roca para aguantar semejante fuerza, que debido a las diversas rocas de la montaña, hacía formas tan peculiares como una de ellas, que tenía forma de sacacorchos. Tras bajar fuimos al otro lado del río para ver la última cascada desde allí meter las botas en el agua más pura que hayamos visto nunca. Vimos el comienzo de un camino de senderismo que nos atraía mucho, con un cartel con una traducción bastante curiosa, y con un camino que subía escarpado con un cable de acero haciendo de pasamanos para no caer. Con pena prometimos volver otro año a esta zona de Suiza para dedicarnos a caminar por lasa montañas y hacer mil rutas de senderismo, empezando por la del glaciar del Trift, que tanta pena nos da.
Partimos pues en dirección a Gstaad, al hotel Bellevue, a quitarnos la espinita y a coger fuerzas para el resto del viaje. Llegamos y nos fuimos a coger los albornoces la habitación porque estábamos con la ropa de senderismo. Bajamos derechitos a las saunas a zapatearnos y sudar un poco. Al cabo de un buen rato de saunas, subimos a la piscina y al jacuzzi del piso superior para nadar un rato relajadamente. Allí empezamos a pensar que tratamientos hacer estos dos días. Bajamos a preguntar a la chica de la recepción del spa, que hablaba bastante bien español. Decidimos los tratamientos y nos fuimos a la habitación para prepararnos para cenar.
Bajamos al restaurante de menos nivel de los dos que tienen en el hotel, pero es que el más caro de los dos tiene una estrella michelín y este está muy muy bien también. Comimos de entrante unas gambas crudas con agüacate y curry que eran muy frescas y la mezcla de sasbores era impresionanre. Bea tomó de segundo un rissoto que tenía por el medio trocitos de endivia, que daban un contraste muy marcado con la melosidad del arroz, y salmón con salsa teriyaki. La mezcla era fabulosa. Yo opté por lo clásico y tomé un entrecotte de buey suizo (tienen la costumbre de decirte la procedencia de las cosas) con patatas fritas y una salsa con un toque de nata de la que no podría deducir los ingredientes. De postre Bea se zampó un sorbete de frutos rojos acompañado de una gran cantidad de frutos rojos frescos. Yo me tomé una creme brulee con café y un helado de manzana verde. La cena fue genial, la verdad, y el servicio en un hotel de esta categoría en Suiza es inmejorable. La pequeña ruta de hoy, aquí.
1 comentario:
Joder que bien os lo pasais, que sepas que si te rompes una pierna tienes que venir a currar igual, asin que poneos los crampones. saludos desde arteixo de la seta de pedidos.
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